El 2023 ha sido un año difícil para Cuba, sobre todo para quienes continúan vulnerabilizados, ya sea por su situación económica, su pensamiento político, u otras formas de exclusión como el color de la piel y el género.
La economía de la Isla sigue sin avanzar y se agolpan un cúmulo de problemáticas sociales sin solución visible a corto plazo. Las causas estructurales que las provocan permanecen intactas: un Estado burocratizado incapaz de hacer con celeridad y precisión los cambios necesarios para garantizar el bienestar de su ciudadanía, y medidas unilaterales coercitivas por parte de su principal enemigo encaminadas a hacerlo fracasar.
Por otro lado, la polarización y el extremismo político permean cualquier posible debate. Múltiples actores y medios de comunicación prefieren una confrontación perenne y violenta entre los diversos polos ideológicos que conforman la sociedad cubana. La esencia de la política sobre Cuba sigue presuponiendo la negación o destrucción de unos para la permanencia de otros. El diálogo y la coexistencia respetuosa aún es una utopía.
En un contexto así mantener un proyecto sin afiliación partidista que apueste por analizar, desde la pluralidad de voces, la realidad de la Isla y que por ello incomoda a «tirios y troyano