LA HABANA, Cuba.- La mayoría de mis amigos saben que soy fan de ‘Pito’ Abreu. Que lo considero el mejor bateador natural que ha pasado por las Series Nacionales (con perdón de Omar Linares, el All Around más grande de esos campeonatos). Que me lamento un día sí y otro también de que no partiera antes a buscar su lugar en las Mayores.
Demoró su salida, es verdad, y se le fueron varios años que pudieran haber engordado sus récords en el mejor béisbol del mundo. Es una pena, porque quizás a estas alturas estaría camino de 400 bambinazos y 1.500 impulsadas. Pero los que lo vimos en Cuba no podemos dejar de agradecerle aquella plenitud en el home plate.
A lo largo de casi una década, ‘Pito’ se echó a Cienfuegos a la espalda. En su momento dije que le pegaba a la bola con esa fuerza más del pelotero extraordinario, embistiéndola (haciéndola volar) por medio del contacto de 230 libras conducidas con técnica perfecta.
Igualmente escribí que ningún antesalista le jugaba al nivel de la almohadilla y ningún fanático quería verlo en contra de su equipo. Y para colmo, esperaba el envío indicado con la calma de un inglés en la estación de trenes.
Fuerza, armonía y paciencia. En una pelota que agonizaba por el estímulo exterior y el desaliento interno, las virtudes del gigante de Mal Tiempo sembraron el caos hasta el punto de que en sus últimas contiendas insulares peleó siempre por la Triple Corona. Solo Alfredo Despaigne se atrevía a plantarle