El intangible muro construido por los hermanos Castro en Cuba sigue conculcando los derechos de los habitantes de la Isla y, para vergüenza nuestra, ha durado mucho más que el de Berlín.
Al nuestro le faltan algunos de los componentes que dieron forma material al de la histórica ciudad alemana: hierro, piedra y cemento, pero tiene sobrados mecanismos de odio, miedo, intolerancia y sangre que estaban presentes en la fatídica muralla que construyó el gobernante Partido Socialista Unificado de Alemania en 1961, bajo el entonces omnipotente Walter Ulbricht.
Estos 34 años del derrumbe de la ignominia que significaba el muro berlinés han incidido directamente en los 65 años que tiene el de Cuba, acrecentando la miseria, incertidumbre, turbación y espanto de quienes lo padecen.
El muro isleño ha sido devastador para varias generaciones, afectando el carácter nacional, la iniciativa y solidaridad humana y, lo peor, causando innumerables tragedias en la que miles de personas han perdido la vida.
El muro insular nunca ha contado con el repudio internacional que inspiraba el de Berlín; tampoco, con el rechazo que el de Israel edificó en su frontera con Cisjordania. La tapiada isleña tiene hasta defensores, incluyendo algunos de los que hicieron ingentes esfuerzos por derribar el de Berlín, o protestaron contra el de Is