LA HABANA, Cuba. — Entre tantos e insolubles problemas y temores, los mandamases castristas deben andar devanándose los sesos (los pocos que tienen) por la disyuntiva en que los pone Nicolás Maduro con su reclamo del Esequibo a la brava y en franco desafío a las leyes internacionales.
De apoderarse por la fuerza del Esequibo, como parece ser la intención de Maduro, dispuesto a todo en esta jugarreta patriotera para esquivar las elecciones en que tendría que enfrentarse a María Corina Machado, lo más probable es que ocurra un conflicto bélico de consecuencias imprevisibles en una región que la Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC), cuando estaba presidida por Cuba, proclamó como zona de paz.
¿Apoyaría el régimen castrista a Maduro, su aliado y principal suministrador de petróleo, en un conflicto en el que, posiblemente, intervenga el Comando Sur?
Maduro, con la creación del estado Guayana Esequiba que pretende anexarse, arrebatándoselo a Guyana, está siguiendo al pie de la letra el guión ultranacionalista utilizado por Putin —que a su vez lo copió de Hitler— para primero anexarse Crimea y luego invadir Ucrania. Solo que Venezuela no es una potencia como Rusia.
¿Y si, como es lo más probable, le ocurre a Maduro como a la dictadura militar argentina cuando le dio en 1982 por invadir las Islas Malvinas y arrebatárselas a los británicos, y terminó derrotada y desplomándose?
Tal vez, los mandamases castristas estén aconsejando a Maduro que, en vez de ar