Dolores García Junquera. Foto: Osvaldo Gutiérrez Gómez
Dolores García Junquera. Ante mí, una mujer de piel morena, menos de 1,65 cm de estatura, retadora, de unos 70 años, calculo; con pañuelo amarrado a la cabeza, la Dolores que no le duele nada, la que siempre está dispuesta a ponerse la toga y sentarse en uno de los extremos del estrado.
Hace más de 20 años la eligieron para juez lego, ahí está, en espera a ser reelecta, en un proceso de nominación que comenzó en julio y concluirá en febrero del próximo año, con el nombramiento de más de 370 en toda la provincia.
El juez lego es la persona que le da el carácter popular al acto; es la participación ciudadana, la correlación entre justicia y democracia. Lo importante es que sea una persona con prestigio en su comunidad, en su centro laboral y en la sociedad, en sentido general; pero que, además, nutra de la información que está en el pueblo, y que, al momento de impartir justicia, en su decisión esté el sustento popular.
–Usted nos ha hecho esperar más de una hora.
–¡Ay!, hijo, disculpa. Me avisaron de urgencia y tuve que bañarme, vestirme y ponerme linda. Yo pensaba que la entrevista era para la televisión.
Fue un diálogo de confianza, al calor de la infusión que brindó alguien, en la misma oficina del Presidente del Tribunal Provincial de Ciego de Ávila. Ella no tuvo objeción, ni el reportero tampoco.
–¿El juicio que nunca hubiera querido hacer?
–Iba yo rumbo a la casa y me llaman: “Dolores, Dolores”. Di media vuelta y le pregunté a uno de los jóvenes: “¡Nao!, ¿tú me llamaste?”. El joven me resp