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—¿A dónde se dirige? No veo su credencial.
—No me diga que es a puertas cerradas. Desde ayer, cuando vi el Noticiero, no pegué el ojo con el embullo que me dio estar presente. Hoy le dije a mi mujer que sacara el traje de nuestra boda, la ocasión lo amerita, pues el Sexto Congreso Internacional Diálogo en torno a los Derechos Humanos «constituye uno de los más trascendentales espacios de discusión para el perfeccionamiento de los derechos y sus garantías», «el único evento que trata el tema de los derechos humanos en sentido general».
—Es que no tiene sentido, ni general ni teniente coronel, reunirse a menudo para eso, cuando en este país los derechos humanos no son asuntos que den para demasiadas discusiones.
—Sí desde que usted me impide la participación. La palabra diálogo supone un intercambio de diferentes puntos de vista.
—Los habrá. Además de Cuba, participan expertos de otros ocho países que vienen a corroborar que estamos escapaos en dicha materia.
—Por lo que me dice, los únicos «puntos de vista» que se aceptan en mi caso son los que me ponen a cada rato en la cuadra. Cuando no es un punto de vista desde una moto, es el del vecino informante, al que hube de burlar cuando salí para acá. Ambos son prueba de que cada día se «perfeccionan» más los derechos y sus garantías.
—Me parece que su entusiasmo es desmedido. Una de las novedades del cónclave, que por demás se realiza en homenaje a los setentaicinco años de la Declaración de los Derechos Humanos, es que se tome como eje central la «Disputa ideológica, hegemonía y derechos humanos». Si vamos a hablar de hegemonía, espero que no le quepan dudas de que la tenemos nosotros. Digo «nosotros» y englobo en ese concepto al Partido, al Gobierno, a nuestro máximo líder y…
—…a nuestro sublíder, el presidente Díaz-Cane