LA HABANA, Cuba. — Hace varios días, residentes de los alrededores de la Plaza de Marianao (Avenida 51, entre 124 y 128), al llegar muy temprano en la mañana al lugar donde estaban los cajeros automáticos para extraer dinero, vieron con estupor como en ese sitio había solamente unos huecos: se los habían robado.
Agentes de Transval habían llenado con efectivo los cajeros, pero, en horario nocturno, personas desconocidas abrieron la puerta que da acceso al interior del local donde estaban los cajeros y saquearon su contenido monetario. No bastándole eso a los ladrones, también desmontaron todo el equipo frontal de los cajeros y cargaron con ellos. Parece que son expertos en informática, y pensaron que esos displays les servirían para arreglar computadoras o venderlos.
Este hecho inusual, digno para un argumento de Hollywood de robos de bancos, al estilo de Bonnie y Clyde, John Dillinger o Raffles, el ladrón de las manos de seda, sorprende por la audacia de sus ejecutores. Resulta insólito cómo lograron los ladrones actuar en ese sitio por donde hay circulación abundante de personas, aun en horario nocturno (frente a la parada de ómnibus y muy cerca de la funeraria de Marianao) y desactivar la alarma sin que nadie los viera. Hay que tener en cuenta que los cajeros se hallaban dentro de un portal con una pared lateral que limita