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Amber Pearson ha tenido una forma grave de trastorno obsesivo compulsivo desde que estaba en la escuela secundaria. Se lavaba tanto las manos que se ponían en carne viva y sangraban. Su rutina a la hora de acostarse le tomaba fácilmente 45 minutos porque implicaba verificar que todas las puertas y ventanas estuvieran cerradas y que la estufa estuviera apagada. Tenía tanto miedo a la contaminación de los alimentos que no podía comer junto a otras personas. Incluso en vacaciones, comía en el sofá lejos de su familia. La terapia y la medicación no ayudaron.
“Cada decisión que tomé se basó en mi TOC. Siempre estuvo en el fondo de mi mente”, dice Pearson.
A los veinte años, desarrolló epilepsia. Después de sufrir una convulsión grave que le hizo perder el conocimiento, sus médicos consideraron tratarla con estimulación cerebral profunda, o DBS. El procedimiento consiste en implantar quirúrgicamente un dispositivo que envía pulsos eléctricos a una región específica del cerebro. Los científicos creen que la estimulación cerebral profunda funciona restableciendo los circuitos cerebrales anormales, de manera similar a lo que hace un marcapasos por el corazón.
La estimulación cerebral profunda se ha utilizado durante las últimas tres décadas para controlar los temblores en personas con enfermedad de Parkinson, y los investigadores la están explorando actualmente para restaurar el movimiento de la parte superior del cuerpo a los sobrevivientes de accidentes cerebrovasculares y como tratamiento para algunos trastornos psiquiátricos. La Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) permite su uso para el TOC como último recurso. Pearson se preguntó si el implante podría ayudar a tratar ambas afecciones, por lo que en 2019 se sometió a una cirugía cerebral experimental en la Universidad de Salud y Ciencias de Oregón.
En un estudio publicado este mes en la revista Neuron, el equipo médico de Pearson informó que un solo electrodo de 32 milímetros de largo, sintonizado para detectar sus señales neuronales únicas, pudo controlar ambos. A diferencia de la ECP tradicional, que proporciona una estimulación constante, el dispositivo de Pearson es “receptivo”; Solo emite sacudidas de electricidad cuando detecta patrones irregulares en su cerebro asociados con el inicio de una convulsión o pensamientos compulsivos.
La estimulación cerebral profunda (DBS, por sus siglas en inglés) ya se usa para la epilepsia, pero el equipo médico de Pearson dice que es la primera vez que se usa para el TOC, así como para tratar simultáneamente dos afecciones.
“Esto es bastante notable”, dice Rachel Davis, profesora asociada de psiquiatría y neurocirugía en la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado, quien investiga la ECP pero no participó en el nuevo estudio.
Las convulsiones de Pearson ocurrían en una parte del cerebro llamada ínsula, por lo que su neurocirujano, Ahmed Raslan, pensó que podría dirigirse a una pequeña región al