En Bayamo, rememoraron la primera interpretación del Himno Nacional. Foto: Armando E. Contreras/ ACN. Archivo
“A Bayamo seguramente reservará la Historia una página tan honorable
como gloriosa.
Aquel pueblo no se reservó nada; todo, absolutamente todo
lo ofrendó a la Revolución”.
Máximo Gómez
La decisión de adoptar la fecha del 20 de octubre de 1868 para que representara a la cultura cubana fue sabia e inteligente. Desde luego que pudo ser otra, muchos hechos de relieve en el acontecer cultural, histórico y artístico del país podrían argumentar felizmente una decisión de tal naturaleza, pero pensar en el momento en que, en medio del fragor de la batalla por la toma de Bayamo, cuando ya se había logrado la victoria de los patriotas sobre las fuerzas coloniales y era celebrada por los cubanos con una canción, devenida himno, fue, es, una elección acertada.
De esa manera, toda una cultura, que en lo artístico no es más que una summa de acontecimientos, obras y autores, y en lo general la vida espiritual de un pueblo, se vieron emblematizadas por una melodía y una letra, surgidas al calor de un levantamiento armado en busca de la independencia del país, justo en el momento en que se fraguó el nacimiento de la Nación.
En otro momento, describí nuestro devenir cultural, apretadamente, pero desde una perspectiva más amplia, así:
“La cultura cubana se forjó sobre la sangre y en la sangre, en el caos de la conquista y en la esquilmación taína, en la acera empedrada y en el barracón, en la hamaca y en el zapateo, en las plantaciones de caña y en los cafetales franceses, en la simiente hispana, africana y china, y en el calor agobiante del Caribe, en los cabildos negros y en las liturgias masónicas, en La Habana invadida por los ingleses y en el comercio de rescate, en el descreimiento y en la superstición, en la péñola del poeta y en el arado del guajiro, en la carga al machete mambí y la no menos ruda acometida del español. Se forjó, en fin, en la agonía y en la muerte, en la broma y en la vida. La nación cubana fue, secularmente, fruto de ambiciones añejas y acerado encono de dignidades cercenadas y pulsos viriles, de amor desenfrenado y sueños heroicos, y en el momento de la eclosión surgió irreverente e indócil, levantisca y revolucionaria, en fin, independiente”.
Puedo ahora suscribir esa semblanza histórica, escrita hace treinta años. Quizá habría que agregarle que nació, también, envuelta en las melodías de un nacionalismo musical y patriótico encabezado en el siglo XIX por figuras del relieve de Ignacio Cervantes y Manuel Saumell, entre otros reconocidos autores musicales. Ciertamente, la música aportó un ingrediente esencial a nuestro ajiaco cultural.
Vayamos al tema central. Desde el verano de 1867 la canción existía y se tocaba en casa de su autor, el patriota Pedro Figueredo, Perucho, quien la había instrumentado a solicitud de los conspiradores que se reunían en su hogar y en las tenidas masónicas de la Logia ¨Estrella Tropical¨ número 19. Se cuenta por algunos historiadores que en una de las reuniones conspirativas, Pancho Maceo Osorio al retirarse, dijo: “Bueno, ya estamos constituidos en comité de guerra, ahora toca a Perucho, que es músico, componer nuestra Marsellesa….”, a lo que el aludido respondió, “Mañana, cuando volváis, os recibiré con el canto de guerra que ha de conducir a nuestras huestes a la lucha y a la victoria”. No sé si el diálogo funcionó de esa manera tan ceremoniosa, pero lo cierto es que el patriota cumplió con lo prometido y a la noche siguiente recibió a los cófrades con las notas de lo que hoy es nuestro Himno Nacional, entonces en una versión primigenia.
Bayamo conspiraba activamente contra España y Perucho era de los más influyentes en la tarea de darle cuerpo al descontento existente entre un grupo de cubanos que ya no soportaban el férreo control de la colonia. Un descontento, vale decir, que estaba atravesado por la ideología liberal radical y republicana a la que estaban adscritos todos ellos. Francisco Vicente Aguilera y Francisco Maceo Osorio se encontraban en ese grupo de levantiscos bayameses que organizaban el deseo de libertad. Otro bayamés, Carlos Manuel de Céspedes, deportado a Manzanillo desde hacía más de diez años, aportaba lo suyo en la villa del golfo de Guacanayabo. Se iba aproximando el momento de materializar ese malestar y la canción de Figueredo amenizaba las reuniones previas al levantamiento. En septiembre, en casa de Perucho, se constituyó oficialmente el Comité Revolucionario de Bayamo, liderado por Aguilera, Figueredo y Maceo Osorio. En Manzanillo, Las Tunas, Puerto Príncipe y Holguín, los más decididos también se organizaban para la insurrección y comenzaron a comunicarse entre todos. El momento decisivo se aproximaba aceleradamente.
Volvamos a la melodía de Perucho. En la primavera, la iglesia celebraba en la Parroquial Mayor de Bayamo la fiesta del Corpus Cristie, y su correspondiente Te Deum, que, según el historiador de la ciudad, Enrique Orlando Lacalle Zauquest, fue especialmente nutrida de público en ese año 1867. Al frente del servicio religioso estuvo el Padre Batista y dirigiendo la banda de música el maestro Manuel Muñoz Cedeño, dos patriotas involucrados en la urdimbre revolucionaria, al primero Figueredo le había solicitado que instrumentara la pieza. La canción de Figueredo fue interpretada por vez primera en público y levantó suspicacias de inmediato en las autoridades españolas, a quienes les costaba trabajo aceptar esa música como algo de tono religioso. El gobernador de la ciudad, don Julián de Udaeta, quien había sido ayudante del célebre general y político Juan Prim, hizo traer a su presencia al maestro Muñoz para que le informara de la procedencia de la música que había acabado de interpretar y después convocó a Perucho Figueredo, pero ambos negaron el carácter patriótico de la melodía.
De acuerdo con otro historiador de Bayamo, José Maceo Verdecia, en julio se dio la segunda demostración camuflada de la creación musical de Figueredo, durante las fiestas de Santa Cristina, actividad que sucedió en el local de la Sociedad Filarmónica, de nuevo ante el gobernador Udaeta y con apoyo orquestal completo. En esta ocasión, la autoridad colonial no emitió juicios sobre la pieza musical, aunque por declaraciones posteriores, estando prisionero de los cubanos, refirió que nunca dejó de recelar de la misma. La tercera ocasión de interpretarse en público sería con la ciudad convertida en territorio libre de España.
La conspiración prosiguió por todo el verano y en ese ínterin Perucho debió escribir la letra, pues el mito de qu