En agosto de 1980 se aprobó el decreto ley instituyendo al 20 de octubre como Día de la cultura cubana.
Muchas veces he imaginado el 20 de octubre de 1868. Siempre me ha parecido admirable la manera en que aquel día se entremezclaron las balas, el valor, las heridas y también el entusiasmo y los sueños, el sacrificio y la canción.
Quiero que pensemos en aquellos patriotas enormes, sin dimensiones, pero sobre todo en sus características como seres humanos, en esa capacidad tremenda para saber que Cuba siempre es lo esencial. Aquí estaba justamente el pueblo, hace 155 años, aquí se interpretó la marcha guerrera, convertida luego en Himno Nacional. Aquí el corazón de Cuba alcanzó más fuerza. Este es indudablemente un lugar con alma especial.
Hay mucho de belleza y de poesía en los sucesos de aquella jornada, versos en las acciones de mujeres y hombres, que colocaron a la Patria y el afán de un país más justo en el centro de sus esfuerzos. Me parece ver a Perucho sobre su caballo, sentir el júbilo del pueblo luego de unas 40 horas de combate. Veo a Carlos Manuel, a Francisco Vicente Aguilera y a miles de rostros, que incrementan el orgullo de ser cubano.
Cuentan que aquel día prácticamente no se durmió en Bayamo. ¡Cómo hacerlo entre tantas emociones y anhelos! Llegaban personas de lugares cercanos. Todos querían ser parte de algo tan singular y también saludar a esos iniciadores de una gesta que todavía despierta emoción. Luego, vinieron jornadas también intensas, en las que no faltó la poesía, la música, ni tampoco un periódico mambí, en el que había informaciones y arte.
Estar hoy aquí, donde palpita parte de las esencias de la nación, donde el corazón del país y los sueños son más fuertes, tiene un significado peculiar. ¡Cuánto simbolismo hay en este sitio, apenas a unos metros de la primera plaza denominada de la Revolución en Cuba y de las casas natales del Padre de la Patria, de Perucho y de Francisco Vicente, a quien Martí llamó el Millonario Heroico, el Caballero Intachable!
Estamos cerca también del lugar donde comenzó la quema por sus habitantes de la ciudad en enero de 1869. Desde aquí uno imagina las llamas consumiendo las edificaciones, los bayameses hacia el monte, el asombro de los españoles colonialistas ante ese acto gigantesco de coraje. Los techos caían, las construcciones se volvían oscuras. Día triste y grande, de gloria y amor a un sueño. Una ciudad antorcha, todo un ideal iluminado desde Bayamo.
Tenemos la suerte tremenda de que varios iniciadores de nuestras gestas independentistas fueron también hombres de cultura. Algunos escribían poesía, tocaban música de piano o componían