Han pasado cuarenta años desde aquel 20 de octubre de 1983, cuando un grupo de artistas se citaron en Cuba 513, La Habana Vieja, para fundar un espacio que les permitiera experimentar con las máquinas serigráficas recién adquiridas, lo que les posibilitaría crear obras específicamente en esa técnica del grabado y divulgar otras existentes, poniéndolas al alcance de un público siempre ávido por encontrar elementos para la decoración de sus hogares.
El 13 de mayo de 1984 se inaugura oficialmente el lugar con el nombre de Taller Artístico Experimental de Serigrafía, que acogió al Primer Encuentro Internacional de Serígrafos. Aún se recuerda el mural colectivo que ocupó toda la fachada del taller, realizado para la ocasión por los asistentes al evento, la impresión y edición de una obra de René Portocarrero y la reimpresión del primer cartel de la Revolución, firmado por Eladio Ribadulla, su autor.
No fue hasta después del deceso de Portocarrero que el taller toma su nombre, no sólo por la inmensa jerarquía artística de éste, sino también porque fue uno de los principales animadores del renacimiento de la serigrafía artística en el país.
Así es que este viernes, coincidiendo con el Día de la Cultura Cubana, a las 3:00 pm. habrá jolgorio en la calle Cuba. He procurado, cercado telefónicamente y, al fin, concertado una cita con Daima Llerena, directora del Taller desde hace dieciocho años. Ella prefiere el bajo perfil, no le gusta retratarse ni conceder entrevistas, pero no hay caso. Va a hablar aquí. Y ustedes leerán lo que me ha dicho.
¿Quién fue el primer director del Taller?
Aldo Menéndez, lamentablemente fallecido. Lo apoyaron en la labor un grupo de jóvenes artistas y técnicos. Todos aprendían haciendo. Fue un acto de crecimiento colectivo, en lo humano y lo artístico. Recuerdo, entre ese pelotón de avanzada, a Francisco Bernal, Rubén Rodríguez, Moisés Finalé, Nelson Villalobos, Israel León, Glexis Novoa… Son muchos más, claro, y me duele no mencionarlos a todos. Pero estoy halando por la memoria, que tiene sus caprichos.
Por el Portocarrero, en esos tiempos fundacionales, pasaron figuras de relevancia internacional, como Wilfredo Ar