Heydi Praderas (Cabaiguán, 1998) es un ejemplo de los nuevos tiempos que se viven en el deporte. La ciclista espirituana mezcla su juventud con la experiencia en carreras internacionales y busca llegar a la madurez competitiva mientras pone en práctica una novedosa fórmula: representa a Cuba pero vive en Estados Unidos.
Para llegar hasta aquí ha tenido que pedalear un largo camino que comenzó en Cabaiguán con el preparador Armando Valdivia, hijo del ex entrenador del equipo elite de Sancti Spíritus. “Al principio lo veía como una diversión y embullo, pues mi deporte favorito era el voleibol, pero con mi tamaño vi que no iba a ser voleibolista”, recuerda entre risas la ciclista de 25 años, que mide 1,65 metros.
Ese detalle la vinculó definitivamente al ciclismo, deporte en el que ha triunfado desde las categorías inferiores hasta en campeonatos internacionales, ya sea con la selección cubana o con los clubes a los que ha representado: el Astana y el Miami Nights. Sobre su recorrido, Heidy accedió a conversar con OnCuba.
¿Cómo fueron tus primeros pasos competitivos en el ciclismo?
Mis primeras provinciales fueron con 12 años y lo gané todo. La realidad es que cuando una obtiene buenos resultados va cogiendo más confianza, aunque el tema del ciclismo no fue tan serio hasta que me llamaron a entrar a la EIDE. No obstante, creo que aún no lo veía como realmente un objetivo de vida, me gustaba, pero hasta ahí. Lo que pasa es que seguí ganando. En mis primeros Juegos Escolares cogí un oro y un bronce, y en los segundos me fui con tres platas y dos oros. En los juveniles logré tres títulos, dos platas y un bronce, lo que me abrió las puertas al equipo nacional.
Dar ese paso fue una de las decisiones más difíciles para mí y la familia, porque por primera vez nos íbamos a separar. Recuerdo que mi mamá se me acercó y me dijo que teníamos que hablar. Me preguntó: “¿Esto es lo que realmente quieres? Piensa el sacrificio que vas a hacer“. En ese momento le dije que estaba 100 % segura, aunque la verdad sabía que me iba a chocar un poco, porque era como empezar una nueva vida, conocer nuevos amigos, competir con los mejores de Cuba y buscarme un lugar ahí. Lo veía como un gran reto.
¿Cómo fueron tus primeras experiencias en el máximo nivel?
Cuando entré al equipo nacional tuve el apoyo de Yumari González en el tema deportivo. Es una atleta digna de admirar, no solo por sus logros, sino por el papel de líder que sabía asumir en el equipo aún ya no siendo la mejor en sus últimos años. Siempre fue una referencia para todas, estaba para motivarnos y darnos el mejor consejo.
Llegué al equipo nacional en mi último año de la categoría juvenil. Ese curso obtuve cinco medallas de oro y una plata. Después viajamos a Argentina en 2015 y las juveniles hicieron una concentración panamericana, donde gane cinco de los ocho eventos que hicimos.
Después fueron apareciendo otras oportunidades. Competí en la Vuelta a Costa Rica del 2017 y en el 2018 me contrató el club Astaná, el mismo donde estaba de Arlenis Sierra, y entonces tuve la posibilidad de estar en carreras por Europa y Asia.
En 2019 fueron mis primeros Juegos Panamericanos en Lima, donde quede a pocos segundos del bronce en la contrarreloj individual. Creo que fue un cuarto con sabor a medalla, porque a ese nivel panamericano corres contra las mejores del continente. Me dio mucha alegría. Por desgracia ahí no pude correr en la ruta, me dolió porque me veía bien, pero mi entrenador y la Comisión Nacional decidieron no ponerme y tocó aceptarlo.
Ese mismo año, en el Campeonato del Caribe gané el oro en la ruta y la plata en la contrarreloj, donde fui la mejor de la categoría Sub-23. A pesar de que no era el máximo nivel, esas victorias me ayudaron mucho psicológicamente, sobre todo porque fue en Cuba, delante de mi público y de muchas personas que me apoyaron. Este es uno de mis resultados favoritos en lo personal ya que atravesaba por el mejor momento deportivo. Ya uno