El 4 de noviembre de 1956, columnas de tanques soviéticos apostados a las afueras de Budapest, ingresaron a la capital húngara para sofocar una insurrección popular contra el sistema comunista y contra la presencia de tropas soviéticas en el territorio.[1] De paso, se pretendía derrocar al gobierno del primer ministro Imre Nagy, que había abolido el sistema unipartidista al permitir el resurgimiento del Partido de los Pequeños Propietarios y del Partido Nacional Campesino; anunciando asimismo que Hungría abandonaría el Pacto de Varsovia y se declararía neutral.
Mientras tanto, en la localidad de Szolok, el primer secretario del Comité Central del Partido Obrero Socialista Húngaro (POSH), János Kádár, anunció la creación de un nuevo «Gobierno Revolucionario Húngaro Obrero y Campesino», que supuestamente había solicitado ayuda soviética para derrotar a la «contrarrevolución». Quienes apoyaban al gobierno de Nagy, que también reivindicaba el socialismo como sistema, pero en un contexto democrático, consideraban contrarrevolucionaria la invasión soviética y las maniobras de Kádár.
Desde el establecimiento del régimen comunista y hasta la muerte de Stalin en la Unión Soviética, Hungría se convirtió en un bastión del estalinismo. Con un poder casi absoluto, Matyás Rakosi inició la construcción de una economía centralmente dirigida, siguiendo el modelo soviético. En 1948 fueron expropiados los bancos y todas las empresas con más de diez empleados, se confiscaron las propiedades de campesinos ricos y comenzó una política coercitiva de colectivización.
La estrategia de desarrollo se basó en la industria pesada, desatendiendo la producción de bienes de consumo, lo cual se tradujo en su generalizada escasez. En 1952 ocurrieron protestas y huelgas campesinas contra las entregas obligatorias de productos y la escasez de alimentos se generalizó. Al tiempo, se incrementaba también el descontento en las ciudades, tanto entre los trabajadores de las industrias por las altas normas en los planes de producción, como en la intelectualidad por la censura impuesta.
El «Nuevo Curso» (1953-55) y la «desestalinización»
La muerte de Stalin trajo por consecuencia una relativa flexibilización económica y política, denominada «Nuevo Curso», tanto en la Unión Soviética como en los demás países de Europa Central y Oriental. Rakosi regresó del funeral convocando al Comité Central a adoptar reformas para mejorar el nivel de vida de la población.
La política de industrialización a costa de la extracción de excedentes agrícolas —tal y como sucedió en la URSS a fines de los años veinte y durante los treinta— había generado des-incentivos en la producción agropecuaria, escasez generalizada de alimentos y aumento de precios. La propagada oficial mencionaba como causa de la crisis al sabotaje enemigo y no a los errores de la política económica y del sistema mismo de administración centralizada.
En junio de 1953, después de una reunión en Moscú en la que Rakosi fue duramente criticado por los líderes soviéticos, por errores de política económica y abusos cometidos, se vio obligado a ceder la presidencia del Consejo de Ministros a Imre Nagy, conservando no obstante la secretaría general del Partido. Sin embargo, a instancias del liderazgo soviético se decidió no hacer públicos la crítica al culto a la personalidad de Rakosi, su voluntarismo en política económica y violaciones a la legalidad.
La política económica de Nagy intentó corregir la estrategia de desarrollo. En lugar de priorizar inversiones en la industria pesada, para las que el país carecía de materias primas y tradición productiva, se fomentaron en los sectores agropecuario y de bienes de consumo. Fueron apoyadas con créditos las granjas campesinas privadas con el fin de estimular la producción y comercialización de productos agropecuarios. Al mismo tiempo, las cuotas de entregas obligatorias fueron reducidas y se permitió el desarrollo de mercados agrícolas y de bienes de consumo.
Se trasladaron fondos hacia la agricultura, la industria ligera, la alimentaria y la construcción de viviendas. Los salarios crecieron y los precios disminuyeron centralizadamente, medida populista con efectos negativos en el equilibrio financiero. Adicionalmente, se amnistió a miles de presos políticos.
Durante este breve período se agudizó el enfrentamiento entre Rakosi y Nagy, debido a interferencias del primero en la gestión del gobierno. En 1955 Nagy sería destituido, se le expulsó del partido por «desviacionismo de derecha» y fueron revertidas las medidas. Lo reemplazó como primer ministro András Hegedüs, quien se plegó al rumbo de Rakosi orientado a restablecer el estilo estalinista de gobierno.
Después del Informe secreto de Nikita Jruschov ante el XX Congreso del PCUS, en el que se condenó el culto a la personalidad de Stalin y las violaciones a la legalidad ocurridas bajo su mandato, Rakosi fue finalmente depuesto, en junio de 1956, y forzado a vivir el resto de sus días en un exilio obligatorio en Kirguizia. Su sustituto, Ernő Gerő, provenía también del círculo estalinista, de ahí que su acceso a la máxima dirección no significara el restablecimiento de las reformas.
Mientras tanto, el inicio de la llamada «desestalinización» creó condiciones para los debates en varios países del socialismo real acerca de temas como: libertades y democracia en el socialismo, supresión de la censura, necesidad de un nuevo rumbo económico tendiente a un mayor bienestar, contradicciones entre la planificación centralizada y las necesidades de la vida cotidiana, y soberanía nacional e independencia de los estados supuestamente soberanos pero en la práctica sometidos a las decisiones de Moscú.
Ese proceso de cambios afectó a casi todos los países en mayor o menor medida, y llevó incluso a estallidos sociales, como las protestas de Poznan en Polonia, en junio de 1956.
Desde julio de ese año en Hungría, escritores, periodistas, intelectuales y estudiantes habían iniciado foros de discusión en los llamados «Círculos Petöfi». El 6 de octubre se efectuó un funeral público en el que se rindió homenaje a László Rajk y unos días después acontecieron la rehabilitación de Imre Nagy y su reingreso al Partido.
Doce días que estremecieron a Hungría y al comunismo internacional
El 23 de octubre de 1956, cerca de veinte mil personas iniciaron una protesta multitudinaria que demandaba la independencia húngara respecto a poderes extranjeros, el establecimiento de una democracia socialista, la reforma agraria y el reconocimiento a los ciudadanos de todos los derechos y libertades internacionalmente reconocidos. Gerő acusó a los manifestantes de ser «una turba reaccionaria» y rechazó las demandas de los protestantes. En respuesta, estos derribaron una estatua gigantesca de Stalin erigida en el lugar ocupado antes por una iglesia.
La muchedumbre se dirigió a Radio Budapest para difundir públicamente sus demandas y se produjeron disparos de fuerzas de la seguridad del Estado (ÁVH) que protegían el edificio. La mayor parte de los soldados húngaros enviados a apoyar la seguridad se unió a los manifestantes, quienes incendiaron carros de policías y se apoderaron de armas en depósitos militares y de policía.
Esa noche, Ernő Gerő solicitó apoyo militar para sofocar las protestas y los tanques soviéticos entraron a la ciudad. Al día siguiente, Budapest amaneció llena de barricadas y se produjeron enfrentamientos entre militares soviéticos y manifestantes. Mientras tanto, Hagedüs renunció como primer ministro y fue reemplazado por Imre Nagy, que pidió el fin de la violencia y anunció que se completarían las reformas iniciadas en 1953.
Tropas de la ÁVH dispararon contra manifestantes desarmados hasta que estos, ya aprovisionados con armas, respondieron. El día 25 hubo intercambio de disparos a las puertas del Parlamento, custodiado por el ejército soviético. Llegado este punto, ocurrían enfrentamientos directos de manifestantes húngaros contra los tanques soviéticos y las fuerzas de seguridad del Estado.
La crisis política provocó la renuncia de Gerő como primer secretario del Partido y su reemplazo por Janos Kádár. Tras un alto al fuego concertado, se inició el retiro de las tropas soviéticas de Budapest. Nagy encabezó un gobierno nacional en el que incluyó también a personalidades no comunistas y recibió el apoyo del ejército nacional. Para Nagy, las protestas eran un «levantamiento popular de masas» que reclamaba la democratización de la sociedad.
El nuevo gobierno decidió la abolición de la ÁVH y del sistema unipartidista; se restablecieron partidos antifascistas como el de los Pequeños Propietarios y el Nacional Campesino, que entraron a formar parte de la coalición de gobierno. Nagy declaró que Hungría se convertiría en una «democracia social, multipartidista y neutral», lo que generó una reacción adversa en la dirigencia soviética enfrascada en la Guerra Fría.
Mientras tanto, la crisis se extendió a todo el país. Se formaron Consejos obreros en las fábricas y minas, y en varias ciudades surgieron Consejos populares locales para ejercer el poder. En algunas se produjeron enfrentamientos entre la policía y las fuerzas de seguridad.
El 30 de octubre, manifestantes armados incitados por rumores lincharon a varios miembros de la ÁVH que custodiaban el edificio del Partido municipal de Budapest. Los tanques del ejército bombardearon el edificio por error y causaron la muerte al secretario del Partido en la capital. Las imágenes de lo ocurrido fueron divulgadas en la Unión Soviética como muestra de una contrarrevolución.
La decisión de neutralidad implicaría la salida de Hungría del Pacto de Varsovia, un gravísimo golpe a los intereses geopolíticos y estratégicos de la Unión Soviética. Varios autores coinciden en que esta fue la razón de mayor peso para sofocar militarmente el levantamiento popular húngaro.
Para ello pusieron en escena un recurso varias veces utilizado con el fin de justificar intervenciones militares: la creación de un «Gobierno Revolucionario Obrero y Campesino», dirigido por János Kádár, que se encargaría de solicitar la intervención militar para derrotar la «contrarrevolución».
El 3 de noviembre, el coronel Pál Maléter, ministro de Defensa húngaro, fue invitado a los cuarteles soviéticos para negociar la «retirada» de las tropas. Allí fue apresado junto a toda su delegación y al día siguiente las tropas soviéticas entraron en Budapest.
La población se enfrentó a la invasión hasta que los últimos focos de resistencia fueron neutralizados. Nagy y varios de sus colaboradores se asilaron en la embajada yugoslava, de la que salieron días después ante la promesa de respetar su vida. Fue exiliado forzosamente a Rumanía y allí nuevamente capturado para ser sometido a juicio y ejecutado en 1958, junto a Maléter y otros líderes de la insurrección.
El nuevo Partido Obrero Socialista Húngaro (POSH) restableció el sistema monopartidista. Su líder, János Kádár dirigió los destinos del país hasta su retiro en 1988, aunque entonces se le otorgó el cargo ceremonial de presidente de esa organización hasta su fallecimiento, el 6 de julio de 1989. Diez días después, el nuevo primer ministro Miklós Németh rehabilitó la Revolución Húngara de 1956 y a sus líderes. Los restos de Imre Nagy y de varios dirigentes fueron exhumados y se efectuaron funerales multitudinarios. El 7 de octubre de 1989 se disolvió el POSH, una parte de cuyos miembros formaron el Partido Socialista Húngaro y otros el Partido Comunista Obrero Húngaro.
El liderazgo de Kádár por más de treinta años, se sostuvo gracias al desarrollo de políticas orientadas al mejoramiento del nivel de vida de la población y a un permanente proceso de reformas económicas que no afectaban la esencia del sistema político y sobre todo la relación con la Unión Soviética.
En la medida en que mejoraban las condiciones de vida de los húngaros y el sistema se hizo menos opresivo, aumentó su popularidad como dirigente político, a pesar de que, como parte del Tratado de Varsovia, tropas húngaras participaron en la invasión a Checoslovaquia de 1968 y la política exterior del país se mantuvo plenamente alineada con la de la Unión Soviética.
El derrumbe
El 23 de octubre de 1989, el presidente interino Mátyás Szűrös proclamó la República de Hungría, en lugar de la República Popular. El Parlamento adoptó una serie de leyes orientadas a potenciar libertades individuales y comenzó un profundo cambio institucional hacia un sistema democrático multipartidista. En marzo de 1990 se efectuaron elecciones parlamentarias libres, en las que se impuso el centroderechista Foro Democrático. En el verano de ese año se retiraron las tropas soviéticas que aun permanecían en suelo húngaro.
Como es sabido, en Hungría se restableció el capitalismo y, después de un funcionamiento democrático relativamente normal, el sistema creó las condiciones para una deriva autoritaria de derecha. Esta se esfuerza en someter todos los poderes del Estado a los intereses del nuevo grupo gobernante, incluso contrariando las normas democráticas de la Unión Europea.
Las protestas ocurridas en Hungría en 1956 condujeron a la insurrección popular debido a la escasa voluntad de reformas de la dirigencia y, sobre todo, producto de su negativa a establecer un sistema de democracia real. Las transformaciones supuestamente socialistas habían sido impuestas por el liderazgo comunista dogmático a contrapelo de las necesidades de la sociedad, lo cual desprestigió al socialismo como ideal y como sistema y sembró las bases sociales y políticas de su autodestrucción. Es importante tener en cuenta las lecciones de la historia.
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[1] Algunos libros que sirven de base a este texto son: Antonello Biagini y Francesco Guida: Medio siglo de socialismo real, Ariel Historia, 1996; Fernando Claudín: La oposición en el «socialismo real», Siglo XXI Editores, 1981; János Kornai: By Force of Thought. Irregular Memoirs an Intellectual Journey, MIT Press, 2006 y Victor Sebestyen: Twelve Days. The Stoy of the 1956 Hungarian Revolution, Vintage Books Edition, 2006.