“Contenedor de aceite de 900 ml. 30 mil pomos 500 CUP cada pomo en efectivo, solo CUP, no se acepta transferencia”. De anuncios como ese están llenos los grupos en Facebook de mipymes cubanas, que a diario dan cuenta de los numerosos contenedores importados por las “nuevas formas de gestión”, y la posterior comercialización de su contenido en la isla.
Hasta finales de 2022, en muchas de esas operaciones se empleaba moneda digital. Pero desde que en enero de 2023 el Banco Central de Cuba (BCC) limitó el monto de las transferencias, comenzó a crecer el porcentaje de transacciones en efectivo. Aunque formalmente la limitación solo iba dirigida a los intercambios entre personas naturales, en la práctica afectaba el funcionamiento de las nuevas empresas privadas debido a la singular dinámica económica de Cuba.
No es raro que dueños de emprendimientos paguen gastos contingentes —como transporte o compras de último momento— con dinero propio y luego compensen tomando lo gastado de las cuentas de la empresa. Al acotarse los márgenes para esas y otras operaciones digitales, la reacción natural fue la de “apostar” por el dinero en mano. La política de bancarización, dictada a comienzos de agosto, ha consolidado la tendencia, que no parece vaya a revertirse en el futuro cercano.
Así piensa Marcos, administrador de una mipyme camagüeyana especializada en ventas minoristas. “La actividad económica se basa en la confianza, en primer lugar en las instituciones financieras, y esa confianza en Cuba está maltratada. Si ahora mismo fuera al banco a extraer 10 millones de pesos de la cuenta de mi empresa, sería prácticamente imposible que me los dieran. Pero sin ese dinero no puedo comprarles a quienes importan, o comprar ‘en la calle’ los dólares para importar. Tampoco el Estado garantiza suministros mayoristas ni vende divisas. En esas circunstancias la única opción es ‘evitar’ el banco”.
La logística para cualquier importación mayorista a Cuba por parte de las empresas pasa por la compra de divisas en el mercado informal, su traslado hacia el país en el que se realizará la compra, y complicadas gestiones para depositarlas en una cuenta bancaria con la que pagar a los proveedores extranjeros. Ese último paso del proceso puede implicar gastos adicionales por parte de los empresarios cubanos, pues la mayoría de los bancos no acepta el depósito de grandes cantidades de efectivo.
Diálogo de sordos
Antes de la bancarización, la mipyme de Marcos era una de las muchas que aceptaban pagos mediante transferencia. También por esa vía pagaba a algunos de sus proveedores de servicios, como los transportistas.
El esquema funcionó hasta que, con la Resolución 111, se decidió “bancarizar” el grueso de las operaciones comerciales. La norma fue promulgada el 2 de agosto, en un intento por atajar la crisis de falta de efectivo a que se abocaba el país por causa de la inflación y la disminución de las transferencias digitales. Este 16 de octubre, en una intervención televisiva en la Mesa Redonda, Díaz-Canel reconoció que la falta de dinero físico fue el principal motivo para la bancarización: “Si no la aplicamos, el déficit de efectivo hubiese sido mayor”, dijo.
Con la medida, el BCC buscaba “transparentar” al menos una parte del creciente volumen de negocios que se realizaban sin pagar contribuciones o impuestos.
Aun cuando oficialmente se planteó un plazo de seis meses para la puesta en vigor de “la 111”, y tres meses adicionales para determinadas prórrogas, el BCC ordenó aplicarla sin haber capacitado siquiera a sus trabajadores. Los “encuentros con actores económicos” también comenzaron a celebrarse después.
Marcos, que acudió a uno de los primeros organizados en Camagüey, recuerda haber salido de allí con más dudas que con las que llegó.
“Hubo quien preguntó por la forma en que accederíamos a divisas, teniendo nuestro dinero depositado en cuentas, y los del banco no supieron qué decir; otro reclamo sin respuesta fue el de la impresión de más papel moneda, o de billetes con mayor denominación; y la solicitud de que el Estado vendiera POS, o permitiera su importación y luego los certificara. A aquella reunión solo nos citaron para repetirnos que ‘la bancarización es buena’, sin más argumentos. Al menos no pasó como una en Las Tunas, en la