El Gobierno cubano debería rendirse ante su pueblo. Deponer las armas del autoritarismo y rendirse sin condiciones.
Un acuerdo de la Asamblea Nacional del Poder Popular del 11 de octubre de 2023 informa que el proceso de rendición de cuenta de los delegados y delegadas municipales a sus electores queda suspendido hasta el primer semestre de 2024 debido a la crisis de la generación eléctrica que tiene a Cuba en ascuas en los últimos días.
No sé qué cuenta podría rendir un delegado municipal sobre una situación que lo rebasa de principio a fin. Las rendiciones de cuenta nunca han tenido sentido porque nunca los electores han realizado un verdadero mandato a sus elegidos ni les han orientado o pedido alguna política pública que tenga carácter vinculante —según las normas de las Constituciones de 1976 y de 2019 y según lo regulado en las dos últimas leyes electorales aprobadas desde 1992 hasta la actualidad—.
La rendición de cuenta es imprescindible para la democracia, pero también lo es para el autoritarismo, que se pone la piel de cordero cada vez que afirma que en Cuba hay participación popular. En la democracia, si los gobernantes (los representantes, los elegidos) no rinden cuenta de lo que hacen con los fondos públicos, con las necesidades del pueblo, con las promesas políticas realizadas antes de las votaciones que los llevaron a los cargos, la ciudadanía entiende bastante rápido que da lo mismo si asiste o no a las urnas porque lo que define la vida cotidiana no es la legitimidad de la democracia, sino otros resortes de poder.
Ahí radica el problema de las supuestas democracias del mundo —casi todas merecedoras de sonoras trompetillas populares—, pero no es el problema de Cuba. Nosotros estamos en un escalón más abajo. Todavía no hemos llegado a sufrir la crisis de la formalidad democrática, de las instituciones fallidas o falsas que aparentan que son para participar y que no permiten que el pueblo decida. Nosotros no estamos ahí todavía.
El pueblo de Cuba, compuesto por ciudadanos y ciudadanas del archipiélago y de la diáspora, no vive en democracia tampoco, pero el autoritarismo es una forma política que puede usar a conveniencia cualquier ropaje para aparentar un estatus político ideal, económico y social.
La inexistencia del Estado de derecho, de la legalidad, de la transparencia financiera, de los controles independientes de instituciones autónomas, de la observación de organizaciones no gubernamentales con garantías para su proceder, de la fiscalización internacional de inspectores de organizaciones internacionales (muchas de ellas sin acceso a Cuba), de independencia judicial y de órganos equilibrantes del sistema político (un Tribunal constitu