Un mes después del arranque de la temporada 2023 de Grandes Ligas, escribí en esta columna dominical que el letargo ofensivo del toletero cienfueguero José «Pito» Abreu en su estrenado equipo los Astros de Houston asustaba. El inicialista había llegado por casi 60 millones de dólares para suplir la ausencia de otro cubano, Yuli Gurriel, que los «galácticos» habían liberado.
En mayo, Abreu no convencía a nadie ni a sí mismo. Por esas fechas, el exjugador de Cienfuegos en Series Nacionales poseía un anémico average de 160, con apenas cuatro imparables en 25 turnos al bate y no conectaba un jonrón desde septiembre de 2022.
Quienes no dudaron entonces, como «viejos zorros», fueron el mánager Dusty Baker y el entrenador de bateo de los Astros, Alex Cintrón. En mayo, Baker advertía que lo de Pito era cuestión de tiempo y ajuste. «Cierto que no está bateando… todavía», precisaba. Mientras, Cintrón avizoraba: «Todo va a cambiar».
En lo personal, también alerté en mayo pasado que lo mejor de la película de Pito no se exhibía en esos meses, que sus estadísticas se calentaban en verano y seguramente despertaría de ese letargo.
En octubre, en el mejor momento, en los partidos de «vida o muerte», Abreu no solo despertó, sino que ha sido determinante en la séptima llegada consecutiva de los Astros a una Serie de Campeonato en la Liga Americana.
Abreu llegó a esta postemporada, la primera con los Astros, con su peor campaña regular en Grandes Ligas. El OPS de .680 de Abreu marcó el mínimo de su carrera, al igual que su promedio de bateo de 237 y 42 extrabases.
La gerente general de los Astros, Dana Brown, recientemente achacó las cifras a los dolores de espalda que llevaron a Pito a la lista de lesionados en agosto. «Una vez que entró en la lista de lesionados y regresó, ha