LA HABANA, Cuba. — La mayoría de los actores que compartieron roles en los dos programas de humor más populares de la televisión cubana en las últimas dos décadas (Deja que yo te cuente y Vivir del cuento) se encuentran en Estados Unidos.
Acogidos al exilio por diferentes razones, a todos los une el hartazgo común por la censura y el control político que rigen la cultura en Cuba.
Da igual si Andy Vázquez (Facundo, Aguaje, Bienvenido) se fue por haber sido expulsado de la televisión, si Nelson Gudín (El bacán, Urbinito, Flor de anís) hizo lo mismo porque lo condenaron al ostracismo, o si Omar Franco (Ruperto Marchatrás) se marchó desilusionado de la revolución. Todos ellos han vivido y actuado bajo la humillante presión de sentirse coartados en su libertad creativa o interpretativa.
Aunque el humor, como otras manifestaciones del arte, no se puede pensar ni hacer en cautiverio, ya desde los primeros años del régimen revolucionario, humoristas de la talla de Guillermo Álvarez Guedes y el dúo Los Tadeos fueron expulsados de la televisión y obligados a irse del país por hacer reír al pueblo con sus sátiras de dirigentes.
Desde el año 2014, la Resolución 125 del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) impide —de manera “legal”— el derecho a ejercer críticas que los censores consideren denigrante y corrosiva.
Según advierte la susodicha normativa, “los trabajadores que ocupan cargos artísticos en el ICRT no pueden denigrar la integridad y dignidad de personas y colectivos o instituciones cubanas o extranjeras”. De hacerlo, serían amonestados o separados de los medios.
El programa Deja Que yo te cuente fue uno de los pretextos para la creación de la Resolución 125, pues personajes como “Lindoro Incapaz” (Rewel Remedios), el profesor ¡Mente de pollo! (Carlos Gonzalvo), el inspector La Llave (Miguel Moreno) o Flor de Anís (Nelson Gudín) satirizaban y ridiculizaban a los funcionarios demagogos y corruptos.
¿Cuántos no asociaron la pose narcisista de Lindoro Incapaz frente al espejo, diciéndose “¡Mi mismo!”, con la de Raúl Castro en similar actitud antes del fusilamiento del general Arnaldo Ochoa? ¿Quiénes no sintieron en la voz de Lindoro la de Ulises Guilarte De Nacimiento, el secretario general de la CTC, y la de otros funcionarios del régimen cuando decía frente a sus trabajadores de los talleres Bartolete Pérez y Roca Izquierda: “Donde uno de ustedes caiga herido, yo caigo muerto”?
Podemos comparar los galimatías y las respuestas alucinantes del profesor Mente de Pollo dadas a la periodista Flor de Anís en Tele Pío con las explicaciones que da el ministro de Economía Alejandro Gil Fernández en la Mesa Redonda.
Resulta imposible no asociar al corrupto inspector La Llave con esos inspectores que esquilman a los emprendedores y a los cuentapropistas, y los sobornables miembros de las brigadas que se suponen combatan a los coleros y revendedores.
Que la mayoría de los humoristas que encarnaban a personajes así estén hoy en el exilio, o condenados al ostracismo dentro de Cuba, se debe a la intolerancia represiva de un régimen que presume de moralista y rígido.
A la macabra Resolución 125 se debió la expulsión del actor Andy Vázquez de la televisión. Su pecado fue subir a las redes sociales un video donde uno de sus personajes, Facundo Correcto, narraba en tono de humor La batalla de Cuatro Caminos, o sea, el asalto al Mercado de Cuatro Caminos por varias decenas de hambreados pobladores de la capital
La periodista oficialista Paquita de Armas justificó la expulsión de Andy Vázquez en un artículo de Cubadebate titulado Facundo, “Vivir del cuento”, la censura, Silva y sigue la polémica, donde atribuyó al actor “la mala intención de desprestigiar a la revolución”.
La política cultural del régimen castrista, parodiando a Groucho Marx, es buscar problemas, encontrarlos y darle luego el remedio equivocado.
El humor en Cuba se encuentra en peligro de extinción. Al paso que vamos, con tanta censura e intolerancia, los cubanos, para hacer humor, tendrán que irse para Miami o Madrid.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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