Con motivo del Segundo Coloquio Internacional de Estudios de Afroamérica, evento auspiciado por Casa de Las Américas, nos dimos cita en esta emblemática institución cultural para compartir el concierto del querido trovador Gerardo Alfonso.
La nostalgia por el quehacer de Gerardo, que tenemos archivado en nuestra memoria afectiva desde hace décadas, no nos impide ser testigos del resultado de una madurez creativa imprescindible para alcanzar la mayor comunicación con la audiencia. Quizá la primera impresión que recibimos de esta evolución profesional del músico es la inusual decisión de presentarse con una guayabera, elegante prenda de vestir criolla cuyo uso implica, de hecho, una respetuosa evocación a los valores de la nacionalidad.
At the @CasAmericas on June 17 enjoying the music of Gerardo Alfonso.
This thread will show some of his music.
Havana, Cuba. pic.twitter.com/GW9q8STbid
— Marwa Osman || مروة عثمان (@Marwa__Osman) June 19, 2022
Justamente, por el constante reclamo en la obra de Gerardo Alfonso a la debida pertinencia de valores de todo tipo, estos copan, paulatinamente, la histórica sala para entregarnos la agigantada imagen inherente a un artista de su estirpe. No hay que ser muy sagaz para percatarnos de que las canciones aquí interpretadas nos revelan cuánto este le debe al enjundioso ajiaco condimentado desde Los Beatles hasta Bob Marley, al igual que por Juan Formell y la rumba.
Es la concepción de que, como integrante del Movimiento de la Nueva Trova, sus canciones invitan a la reflexión, como es el caso de Cuidado cuando corres, pieza que aborda el delicado tema de la discriminación, pero eso no quita que participemos todos del alegre coro. Este empeño de Gerardo Alfonso por contribuir al mejoramiento humano desde sus canciones, parte de la personal conceptualización del torrente de memorables afinidades éticas que, provenientes de la epopeya humanista o el pensamiento guevariano, ocupan en el trovador una posición preponderante.
Sin restar un ápice de su carácter cuestionador y crítico de la realidad que vive al caminar muchísimo por la ciudad, cuando no está montado encima de un almendrón o en una gacela, Gerardo Alfonso hace suyo el compromiso del Che Guevara en lo relativo al legado de que todo revolucionario tiene que estar animado por profundos sentimientos de amor.
A partir de semejante premisa es que podríamos explicarnos la inevitable emoción que nos embarga cada vez que lo escuchamos en Sábanas blancas, la posibilidad de aceptar el llamado para sumergirnos en el alma de una nación cuyas raíces aparecen reflejadas en nuestros ojos humedecidos.