MIAMI, Estados Unidos. – Amelia Calzadilla Hernández, la joven cubana de 31 años, madre de tres hijos, que recientemente ganó titulares en los medios de prensa independientes y se convirtió en blanco de las campañas de difamación del régimen de Cuba, no pudo imaginarse que una transmisión en directo a través de Facebook, donde expresaba su frustración y descontento, iba a difundirse como pólvora por toda la Isla.
Las quejas de Amelia no solo representan a los 11 000 núcleos familiares que no reciben gas en La Habana, ni a los miles en todo el país que pagan altas cifras a la Unión Eléctrica, ni a los cientos de miles de madres y padres que, de Pinar del Río a Guantánamo, no tienen qué dar de comer a sus hijos.
La frustración de Amelia es la expresión del descontento popular, que se ha cebado a lo largo de más de 60 años y que estalla por doquier: como una camisa que no puede volver a ser remendada porque su tejido ya se pudrió.
No es de extrañar que tras difundirse la directa de Amelia, decenas de cubanos hayan expresado su apoyo a la joven madre. Ni que Amelia, sin quererlo, haya empezado a simbolizar el reclamo de todo lo que falta a los cubanos.
Menos de una semana después, en la noche de este martes, una nueva expresión de descontento popular, que no se produjo en las redes sociales, pero sí se difundió a través de ellas, se llevó toda la atención: estudiantes becados en la Universidad de Camagüey “Ignacio Agramonte” se unieron en una protesta debido a las constantes afectaciones al servicio eléctrico y al suministro de agua.
Después de más de 10 horas sin electricidad, se desató la manifestación en el centro universitario. En diversos videos compartidos en redes sociales se aprecia que los jóvenes salieron de los albergues y de distintas partes del recinto y coreaban una y otra vez “¡Agua! ¡Corriente!” y “Pongan la corriente, pinga”, acompañados de cacerolas.
Pese a la emigración masiva de miles de cubanos iniciada tras la relajación de las medidas para viajar impuestas durante la pandemia de coronavirus, y que el régimen ha impulsado en contubernio con los regímenes de Venezuela y Nicaragua para “sacar presión a la olla”, las manifestaciones de descontento popular se van sucediendo una tras otras.
Aunque Luis Robles Elizástigui languidece en una celda del Combinado del Este por pedir , el pasado 28 de abril, el cubano Carlos Ernesto Díaz González, conocido como Ktivo Disidente, protestó a viva voz en el Boulevard de San Rafael, en La Habana Vieja, contra el inmovilismo del pueblo cubano y llamó a luchar contra una dictadura que ya lleva más de 60 años en el poder. “No tenemos que ser comunistas o socialistas obligados”, dijo.
A principios de este mes, el Observatorio Cubano de Conflictos (OCC) aseguró que solo en mayo de 2022 habían ocurrido 185 protestas en la Isla, donde “los gritos de ‘Libertad’ no se apagan”, según el informe mensual de esa ONG.
El régimen de Cuba, mejor que nadie, sabe que el descontento popular no va a terminarse, ni siquiera si repite su “orden de combate” la víspera del primer aniversario del 11J.
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