SVALBARD, Noruega. — Según recuerdo esa historia, en 1938 el niño Kal-El, nacido en el planeta Krypton, fue enviado sin acompañantes a Estados Unidos por su padre, el científico Jor-El, para salvarlo de la inminente destrucción de Krypton. Fue encontrado por un matrimonio de granjeros en Kansas y criado como su hijo Clark Kent. Kal-El utilizaría sus capacidades para hacer grandes cosas por la humanidad.
Cito la historia de Superman no para defender la migración ilegal, sino para introducir algo de frescura a un tema casi siempre discutido utilizando hipérboles, declaraciones mordaces e insultos. Actualmente, más del 3% de la población mundial (244 millones de personas) son migrantes internacionales, y la población inmigrante de Estados Unidos se aproxima a 50 millones. El tema requiere profunda deliberación y habilidad política.
En nuestro hemisferio, México encabeza el camino con 12 millones de inmigrantes; de Centroamérica miles continúan escapando de la violencia y la pobreza, y de Cuba casi el 18% de su población ha escapado de esa trágica isla buscando libertad. Las motivaciones para dejar la patria propia son diversas, pero esencialmente caen en categorías económicas, políticas, o ambas.
Fundamentalmente, la migración expresa un deseo de libertad para mejorar la calidad de vida de uno. Las necesidades laborales de Estados Unidos están perfectamente alineadas con las necesidades de inmigrantes buscando empleo para mejorar sus vidas. Veamos:“Pleno empleo” significa que el desempleo está al más bajo nivel posible que no causa inflación. La Reserva Federal considera una tasa de desempleo de 5-5.2% como “pleno empleo”. Esta tasa es técnicamente conocida como Non-Accelerating Inflation Rate of Unemployment (Tasa de Desempleo No Aceleradora de Inflación). En lenguaje llano, “pleno empleo” significa que quien quiere un trabajo puede trabajar todas las horas que desee.
La tasa de desempleo en EE. UU. bajó a 3.8% en 2018. Ello generó carencia de trabajadores en el país y la mayoría de compañías americanas experimentaron muchos desafíos para contratar. En Big Sky, Montana, donde vivo varios meses al año, algunos restaurantes debieron recortar sus horas de operación y servir solamente cena, al resultar incapaces de disponer de empleados para desayuno o almuerzo.
En otras palabras, existe un convincente caso macroeconómico para una revisión exhaustiva de las políticas de inmigración de EE. UU. con un ojo en nuestras necesidades económicas. Pero las políticas de inmigración son altamente disputadas, y la discusión sobre inmigración se desarrolla sobre temas como que los inmigrantes erosionan la cultura nacional; que reducen los salarios y quitan trabajo a los nacionales; que quieren vivir de los cupones y programas de beneficios sociales; que cometen un número desproporcionado de delitos, y cosas de esas. Esos argumentos son mayormente inexactos.
Por ejemplo, en 1961, cuando tenía 13 años, mi padre abogado, no diferente a Jor-El, me envió sin acompañantes —y en cierto modo clandestinamente— en un barco de carga rumbo a Estados Unidos, para salvarme de las autoridades comunistas cubanas. Fui parte de un éxodo desde Cuba de más de 14 000 menores sin acompañantes entre 1960 y 1962 que sería conocido como Operación Pedro Pan. Distábamos de ser indocumentados, porque viajábamos con pasaportes, visas o “visas waivers” especialmente patrocinadas, certificados de salud y policiales, un poder legal de nuestros padres y más, pero éramos menores sin acompañantes.
Hasta donde conozco, ninguno de mis hermanos y hermanas Pedro Pan, mucho menos yo, desarrollamos superpoderes. Sin embargo, estudios muestran que hicimos contribuciones significativas a la vida americana en todos los campos del esfuerzo humano, con una lista extensiva de Pedro Pan destacados.
Los derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad son el derecho a actuar en lo que la vida requiere, el derecho a ser libres de restricciones coercitivas y el derecho a perseguir nuestros sueños mientras no violemos los derechos de los demás. Cuando los inmigrantes escogen dejar su patria buscando una vida mejor están actuando por esos derechos. Nuestros políticos deben formular políticas de inmigración que contemplen a la vez nuestra seguridad nacional, y nuestras necesidades económicas. Hay muchos Clark Kent entre nosotros.
Nota: El último libro del Dr Azel es “Libertad para novatos”
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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