Ella no se va a avergonzar de esa foto de los quince años, que casi todas, a los treinta, encontramos esperpéntica, y desearíamos desapareciera de su puesto de la sala. Eso no le pasará a ella, que tendrá quince años en toda la hondura que es el para siempre. Ella les va a faltar sin remedio, como si fuera el oxígeno, a esa madre y a ese padre, rotos, que miro a través del televisor y me desarman.
Todas las muertes duelen, pero hay algunas que por tempranas y absurdas, son inaceptables.
***
Ellos, los de rescate y salvamento, ponen rodilla en tierra frente a las fotos de aquellos cuyos cuerpos han rescatado, y la idea de que solo en sus mentes quedan las imágenes de los hallazgos, los detalles de un fin que se sabe terrible, me desarma.
Todos los muertos se recuerdan, pero algunos sobrepasan el límite de sus seres queridos para instalarse en el drama de un país entero.
***
A las nueve de la noche, cuando Cuba es un silencio, y apago las luces de la sala y enciendo la del móvil en el balcón, mis hijos no entienden nada; y cuando se me escapa una lágrima, me miran con estupor.
Entonces tengo que jugar al “salta, conejo” para que se les vaya la desconfianza. Y les preparo la leche, y los arropo en la cama, y hasta me río con alguna ocurrencia loca de las suyas.
Eso es lo que más golpea de este dolor que sentimos nuestro y no nos pertenece, sabemos que por mucho que hagamos, nada aliviará el sufrimiento de esa familia que se irá a casa, tras la vigilia, con un abrazo de menos.
Sabemos que por mucho que nos duela no se compara con el dolor de ellos, que nuestra sobrevida es afortunada, que es mera cuestión de azar que así sea.
Sabemos, además, que la vida sigue inexorablemente, y eso es lo peor de aceptar en todo duelo: que la Tierra no para de girar frente a ninguna ausencia.
***
Cuando se rompa el silencio, cuando se apaguen las velas, cuando enmudezca el televisor, cuando se despejan los parques… cuando la rutina vuelva a serlo, con sus cuotas de miserias y alegrías, no olvidemos al Saratoga y lo que nos ha enseñado en estos días sobre la fragilidad humana y el valor tremendo de amarnos, de estar vivos. Recordemos.