VILLA CLARA, Cuba. — Debajo de una de las palmeras frente a la Terminal de Ómnibus de La Habana, Yasmany mantiene una conversación acalorada con uno de los taxistas. Se le escucha decir groserías mientras aprieta los puños contra los hombros del botero, mucho mayor que él, que maneja un Lada de cristales oscuros con servicio de aire acondicionado. Minutos antes, el “buquenque” de 24 años se había abalanzado sobre una pareja de turistas que desembarcaron en las inmediaciones en busca de transporte para Cienfuegos. Se le vio correr hasta ellos y agitarles con brusquedad las maletas mientras los convidaba a seguirlo en un idioma incoherente.
Desde el asiento trasero del taxi, el hombre y la mujer —italianos ambos— prestan atención a la charla con cierto interés, como si se tratara de un hecho folclórico, una costumbre cotidiana de los cubanos, para ellos tan apasionados y vehementes en sus conversaciones. Para calmar los ánimos del joven y “echar su carrera” de la tarde, el botero termina por entregarle un billete de 1 000 pesos a lo que él le contesta con un “te espero aquí mismo, oíste”.
Publicaciones recomendadas para tiSan Vicente y las Granadinas: Primer país de CARICOM en autorizar uso de vacunas cubanas antiCovid-19
Yuliet Cruz “molesta” por medidas del régimen: no quiere migajas
Estados Unidos retorna a Cuba 18 migrantes ilegales (+ Video)
Hace poco menos de una semana que Yasmany debió pagar una multa por desorden público. Fue el causante de una pelea en el mismo lugar con otro de los buquenques que aseguraba haber gestionado él cuatro pasajeros a Santiago de Cuba. “Si hubiera sido para otro lugar, sin lío, doy marcha atrás, pero si es para Oriente me tocan por lo menos tres mil cañas”.
“Yo soy así, medio complicado”, se justifica mientras seca el sudor de su frente y toma asiento en una de los bloques dispuestos como asientos en el parque de la terminal. “Lo que pasa es que estos boteros te quieren meter el pie. Estos eran yumas que iban a pagar en euros, ¿entiendes?,...