El cansancio no cuenta en las largas horas, ya más de 72, para el equipo de rescatistas que buscan entre los escombros los cuerpos que aún permanecen atrapados en el derrumbe. La esperanza, incluso en las más duras realidades, sigue agitándoles el corazón que no renuncia a la idea de hallar, a pesar de las pocas posibilidades, a alguna víctima viva.
En la detallada atención a accidentados y familiares insiste el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien toma en cuenta, además de todo apoyo sanitario y material, el sicológico, cuando se trata de un hecho tan doloroso, que deja huellas imborrables en quienes lo han vivido.
Mientras la tarea de rescate está en pie, otros menesteres, también sustanciales, marchan y son chequeados por el Grupo temporal del gobierno, encargado de darle curso a las acciones subsiguientes. Se evacuan familias damnificadas, y de ellas, algunas esperan por sus pertenencias, dado que aún no se ha podido acceder a las viviendas.
Para los evacuados se han reservado módulos de diversos productos, ayudas económicas, todo lo disponible, con tal de atenuar en lo posible los efectos tremendos del desastre. Se habla de dictámenes técnicos, de demolición, de reconstrucciones, de reaperturas de inmuebles cercanos que recibieron daños, de emprendimientos que próximamente arrancarán en el hotel Saratoga.
A tres días del accidente, acaecido en horas de la mañana del pasado viernes 6 de mayo, ni se reposa ni se pierde tiempo. Se trabaja arduamente para, en el menor tiempo posible, regresar a una higienización del entorno, mientras Cuba entera permanece en vigilia, acompañando en su dolor a los que han perdido a sus seres queridos, y añorando, dentro del mal, las mejores noticias: las de la recuperación de los hospitalizados, y las de que, entre los que aún no aparecen, alguien conserve la vida.