Madre, habita en tu pecho el estado más puro del amor, ese que se hace acompañar siempre de fidelidad y entrega sin condiciones; ese que desdibuja los límites del sacrificio, que se alimenta de los más cálidos y profundos afectos.
Estoica, redentora, serena constructora de sueños, sabia hacedora de caminos, hábil tejedora de consejos, maestra del perdón, eres tanto a la vez y de tanto te desprendes cuando echas a volar una vida, que no alcanza toda ella para agradecer el precio que pagas al hacer semejante milagro.
Mucho de ellas hay para decir cuando se escribe la historia de los pueblos, y la nuestra guarda excelsos y nobles ejemplos que merecen reverencia. Mujeres con la maravillosa dualidad de madres y patriotas, que se amarran el dolor cuando la tierra natal, madre también, reclama los frutos de sus vientres, como aquella que ganó el apelativo de madre de todos los cubanos, Mariana Grajales.
Pero de su raíz se han alzado tantas, de nombres a veces desconocidos, pero sin cuyo respaldo sería imposible dibujar la Cuba de ayer, la de hoy, la de mañana.
No es acaso admirable, hasta conmover las fibras del alma, el abrazo cálido de despedida al internacionalista, la dulce bendición a los hijos e hijas que, ataviados de escafandras, se dispusieron a salvar vidas, o el beso en la frente para el que vuelve a casa tras el cumplimiento del deber.
Madre faro cuando las tormentas no dejan ver el puerto, madre, cuyas fuerzas nunca fallan si se trata de levantarnos después de una caída, madre esperanza si pensamos que todo está perdido, madre magia por iluminarnos el rostro, cuando parece que nadie es capaz de arrancarnos una sonrisa. El mundo siempre puede cambiar de color si tú estás cerca, pero ni toda la luz del sol puede apartar la oscuridad que dejas cuando faltas.
Y no, no es la condición natural de gestar en su vientre a un ser lo que hace a una madre, ese concepto va mucho más lejos, porque hay seres especiales que han asumido ese rol, desde lazos que son de amor y no de sangre.
Tu día es siempre (aunque sea el segundo domingo de mayo el que marcamos para que se multiplique el homenaje que mereces), porque tú no fijas días para entregarte a tus hijos, porque no te tomas vacaciones ni feriados, porque no aludes justificaciones para que alguien más te sustituya, incluso a la distancia no dejas de estar.
Hoy serán millones los que, desde el fondo del corazón, diremos: gracias, madre, por ser generosa protectora de la vida.