El alambre con púas es un artículo imprescindible para la ganadería. El cercado de una hectárea de pastos requiere al menos cinco rollos, si estos son de los que tradicionalmente se comercializan en Cuba, de entre 400 y 500 metros de longitud. En septiembre, la empresa Maquimport, adscrita al Ministerio para el Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, publicó una oferta en la cual valuaba cada una de esas bovinas, de 400 metros de largo, en 74 MLC (moneda libremente convertible). El costo no incluía la transportación desde La Habana a otras provincias del país.
El peso promedio de cada rollo de alambre de 400 metros es de 23 kilogramos, por lo que la tonelada (compuesta por 43 de esas piezas) importaba un monto total de 3 182 MLC. A un precio 17 veces menor (175 dólares la tonelada para pedidos de 15 toneladas o más), la empresa china Dingzhou Gemlight Cutting Tools asegura poder situar en el puerto de Tianjin cuantos encargos de ese producto se le hagan, en plazos a partir de 20 días. Otra compañía también china, la Compass International Logistics Ltd., traslada los contenedores de 20 pies desde China a La Habana (Puerto del Mariel) por fletes que rondan los 1 500 dólares. En un contenedor de 20 pies pueden acomodarse hasta 28 toneladas de carga. Mediante un esquema que integrara a ambas firmas chinas sería posible traer a la isla alambre con púas a un costo de alrededor de cinco dólares con 70 centavos por rollo.
Demanda no falta. A finales de mayo, en una nota sobre las ventas en MLC a productores agropecuarios, el periódico Tribuna de La Habana destacaba que en ocho meses el centro comercial Río Cristal había obtenido ingresos superiores al millón 800 mil dólares, “aun cuando el nivel de oferta no satisface la alta demanda”. Entre los ítems más buscados, y que la tienda no tenía en inventario, resaltaban el alambre con púas, y diversos tipos de fertilizantes y plaguicidas.
En abril de este año, el director de la única fábrica de alambre con púas existente en Cuba le anticipó a una radioemisora local que no sería hasta el segundo semestre de este año que la entidad recibiría “créditos para la compra de materias primas con el propósito de incrementar las fabricaciones”.
Entre enero y marzo esa industria, ubicada en la ciudad camagüeyana de Nuevitas, elaboró apenas 500 toneladas de artículos diversos (alambre, electrodos…) para los grupos empresariales AzCuba y TabaCuba, y otras 140 con destino a la reconstrucción de la vecina fábrica de cemento 26 de Julio. Además, mediante el comercio electrónico, había sacado al mercado tres toneladas de alambre con púas y media tonelada de grapas.
“La UEB trabaja a mediana capacidad y mientras ofrece garantías salariales como alternativa para el capital humano. Algunos trabajadores se reubican dentro de la fábrica y otros en entidades como el Hospital General Martín Chang Puga y la 26 de Julio”, detalló Pedro Alberto Morata, el directivo entrevistado.
La Gonzalo Esteban Lugo —nombre de la planta— lleva años reduciendo sus producciones. En 2020 manufacturó 827 toneladas de alambre con púas; apenas el 15 % del registro con que había cerrado sus balances contables en 2016 (5 503 toneladas, de acuerdo a datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información). La falta de divisas para pagar las importaciones de materias primas y los sucesivos recortes de “portadores energéticos” (electricidad y combustibles) han forzado largos períodos de inactividad, y otros en los que sus talleres han trabajado de manera prácticamente testimonial.
Grandes márgenes de ganancia, pagados por los productores y consumidores cubanos
Río Cristal es el mayor de los establecimientos en MLC administrados por el Grupo Empresarial de Logística del Ministerio de la Agricultura (Gelma). Cada provincia cuenta con un centro similar. Su público meta son los productores agropecuarios, estatales y privados, que pueden acudir a sus oficinas físicas o realizar compras a través de la plataforma electrónica de la empresa. En principio, se exigía a los potenciales clientes ser miembros de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, o aparecer en los registros de las delegaciones municipales del Ministerio de la Agricultura, pero con el paso de los meses esas restricciones se fueron flexibilizando.
Omar, un ganadero camagüeyano, piensa que esa decisión fue más un intento de compensar la poca variedad de las ofertas que de facilitar el proceso comercial. “Cuando abrieron las tiendas en dólares todo el mundo estaba interesado. Pero después que vieron que no había estabilidad en muchos productos esenciales y que otros, como los tractores, querían venderlos a precio de oro, la gente se desentendió del asunto. A las tiendas de Gelma se puede ir un día, a comprar algo muy específico, pero el que quiera mantener su finca con lo que compre ahí está muerto y enterrado”, dice.
La de los tractores fue una de las decepciones más sonadas en la breve historia de esos establecimientos. En marzo, Gelma anunció que sacaría a la venta un primer lote para clientes que previamente hubieran manifestado su interés en adquirirlos; y a comienzos de mayo trascendió la noticia de que el campesino villaclareño Herminio Martínez Gens se había convertido en el primer comprador de uno de esos equipos, específicamente un tractor bielorruso MTZ-82.1, por el que pagó 26 965 dólares con 28 centavos.
La oferta todavía se encuentra disponible en el sitio web de Gelma, junto a las de otros dos modelos también importados desde la nación europea. Como en el caso del alambre con púas, el precio estatal nada tiene que ver con los de plataformas internacionales de comercio electrónico. Por ejemplo, Brokerbel, un comercio electrónico especializado en maquinarias producidas en el espacio exsoviético incluye en su catálogo al MTZ-82.1 por un valor de 11 658 dólares.
Además, la práctica común es que para compras mayoristas o de equipos de segunda mano los costos se rebajen significativamente. Así le sucedió a José Antonio Casimiro, el dueño de la Finca del Medio, un proyecto de slow food y agricultura orgánica ubicado en el municipio espirituano de Taguasco. En mayo, Casimiro se convirtió en el primer campesino de la isla en importar maquinaria agrícola en más de medio siglo, al traer desde Costa Rica un tractor japonés Kubota L-3 400 de uso. “Transimport se encargó de hacer los trámites. Aduana nos cobró 5 % del valor de la importación y Transimport el 3 % como margen de ganancia”, detalló. Nuevo, el valor de uno de esos equipos llega a 24 mil dólares; de segunda mano, suele bajar hasta alrededor de 15 mil.
“En las pequeñas fincas no se justifica utilizar un tractor sino para algunas labores eventuales […]. Pero si vamos a roturar grandes extensiones de tierra o realizar otros trabajos pesados, el tractor seguramente tendrá más productividad”, reconoció en 2005 un grupo de investigadores de la Universidad Agraria de La Habana “Fructuoso Rodríguez”. Aunque el objetivo de su estudio era demostrar “hasta qué punto la tracción animal es una opción viable”, no podía evitar señalar que su contraparte mecanizada también debía potenciarse. Un tractor es capaz de preparar hasta siete hectáreas por jornada, mientras que una yunta de bueyes necesita al menos cinco días para cubrir una sola de esas unidades de superficie, señala el texto, que de un listado de 10 labores agrícolas esenciales recomienda realizar siete preferentemente con tractores. El decrecimiento de la población rural, y en consecuencia de la mano de obra disponible para agricultura, inclina aún más la balanza en favor de la mecanización.
Si a contrapié de esas evidencias se insiste en promover la fuerza animal y humana como principal proveedora de potencia para las actividades agropecuarias, y en lugar de alambrados con púas o eléctricos se defiende el empleo de arbustos, no debería sorprender que en cuanto al control de plagas la misma filosofía cifre generosas (y hasta ahora infundadas) esperanzas en las “alternativas naturales”.
El caso más extremo es el del trips de la flor del frijol, la plaga que dos años atrás cortó el sostenido crecimiento de la cosecha nacional.
En Cuba la primera notificación al respecto se emitió el 11 de diciembre de 2019 en Artemisa, según una nota publicada por la radio cienfueguera a comienzos del año pasado. Dos meses después la plaga se había extendido por las provincias occidentales y centrales, las principales productoras. El 18 de febrero el Centro de Sanidad Vegetal de Cienfuegos informaba que el 74 % de las muestras tomadas en las plantaciones de la provincia habían resultado positivas a la presencia del insecto.
Ante la agresividad de la plaga, la estrategia recomendable se basaba en la demolición de los campos infectados y la aplicación intensiva de tratamientos químicos. Pero en las condiciones económicas de la coyuntura y la pandemia era difícil que el país contara con los recursos para tal fin. La ONEI no detalla el volumen de las importaciones de herbicidas, pesticidas y similares, pero sí su valor, que de 2018 y 2020 cayó de 64.5 millones a 32.2 millones de pesos. La producción nacional, en tanto, se mantuvo en niveles que no alcanzaban a cubrir siquiera las necesidades del sector estatal.
Las consecuencias de tal realidad son conocidas: el frijol primero desapareció de los mercados, y cuando regresó lo hizo a precios multiplicados y no en todas sus variedades. La cosecha doméstica, que en 2018 había superado las 161 mil toneladas, el año pasado se redujo hasta las 65 mil y previsiblemente al cierre de 2021 será todavía menor.
Las ventas en MLC pudieran haber proveído los plaguicidas para enfrentar el trips. Sin embargo, esos compuestos no suelen encontrarse en los inventarios de Gelma. Para poner coto al insecto, el Ministerio de la Agricultura lleva casi dos años apostando por la tabaquina, el follaje del árbol de nim y otros compuestos naturales. En octubre, un reporte de Granma elogiaba a un agricultor holguinero que gracias a esas alternativas había logrado cosechar 0.8 toneladas de frijol por hectárea. “¿Qué hizo la diferencia con respecto a los productores que perdieron toda la cosecha?”, se preguntaba el rotativo. A la postre, el campesino había tenido que aplicar 22 fumigaciones para alcanzar un rendimiento que equivalía apenas al 61 % del promedio nacional de 2018.
Los grandes márgenes de ganancia con que operan Gelma y las demás empresas dedicadas a la venta de insumos agropecuarios en MLC no deberían haber sido tales. Pero ante esa decisión, convendría haber destinado parte de esos ingresos a compensar los gastos de agricultores que se dedican a actividades menos rentables pero esenciales para el país; tampoco hubiera sido ocioso reinvertir en la industria nacional, que para muchos artículos podría convertirse en un proveedor competitivo y seguro. Pero la política estatal se orientó a captar divisas por la vía rápida de las ventas, en lugar de al desarrollo efectivo de la producción agropecuaria.
“Quien diga que puede cercar una caballería a base de cardona no sabe de lo que habla… por decir lo de menos”, piensa Omar, quien hace más de un año no compra alambre con púas, debido a los precios. El tractor de su finca lleva el mismo tiempo trabajando a “media máquina” por el deterioro de sus neumáticos. En el catálogo de Gelma la rueda trasera de uno de esos equipos se oferta en 396.55 MLC; cuatro veces el costo con el que puede encontrársela en la plataforma de ventas Alibaba.
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