Matanzas.-Al solicitar la atención de alguien a quien acaban de premiar, aun con el pretexto de que «será algo muy breve», uno puede cometer la impertinencia que por desgracia es casi inevitable para el periodista.
Sin embargo, Urbano Martínez Carmenate, uno de los más importantes biógrafos cubanos, extendió los brazos en señal de generosidad y accedió a dialogar con Granma a propósito de su reciente reconocimiento, el Premio Nacional de Historia.
Si hoy conocemos un poco más sobre esas leyendas que fueron José Jacinto Milanés, Domingo del Monte, Bonifacio Byrne, Nicolás Heredia o personalidades más contemporáneas como Alejo Carpentier o Carilda Oliver Labra, se lo debemos a este investigador matancero, con una producción que comprende además ensayos, monografías y varias narraciones.
Urbano se las arregló para develar las grandezas y embrollos existenciales de esa pléyade de grandes creadores, entre otros escritores cubanos de épocas diversas.
«A todos nos interesa saber cómo se comportan los genios y talentos en el transcurrir de la vida», dice para señalar que la curiosidad saca de quicio a la gente y que a los lectores les gusta establecer comparaciones con su propia persona.
Acerca de las biografías admite que el punto máximo es poder «meterse de lleno en la piel y en el alma del personaje». Y observa: «El éxito no consiste en contar todos los detalles de una vida, lo cual es prácticamente imposible, sino en bucear con intensidad en lo profundo de la gente, interpretar… ».
En su caso, admitió, no existe una fórmula preestablecida para seleccionar a un biografiado, solo le interesan las vidas que conllevan complejidad.
Sobre las influencias más fuertes, los que les han sido útiles en el oficio, mencionó a Manuel Moreno Fraginals, Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante y Julio Le Riverend. «Son los que más me han marcado, y cada cual a su modo me ha enseñado algo; lo reconozco y agradezco».
Manifestó que el género es muy trabajoso, pues es preciso dedicarle mucho tiempo, fuerzas y energías, y que aunque algunos no lo perciban así, las biografías siguen interesando, la única condición es que sean buenas, aclaró.
Confirmó en cambio que ninguna biografía es definitiva, pues siempre aparecen datos nuevos y enfoques ajustados a otras épocas. La de Carilda la escribí hace ya unos 20 años, y si la rehiciera cambiaría muchas cosas y arreglaría otras, dijo.
Lo sigue ilusionando, comentó, la idea de concluir la biografía de Félix Tanco Bosmeniel, «personaje completísimo, iniciador de la narrativa antitratista en Cuba, pero siempre interrumpen mi trabajo otros proyectos urgentes».
-Hace algún tiempo declaró que tenía algún adelanto sobre su autobiografía, ¿fue un anuncio serio o una evasiva ante la curiosidad del periodista?
«Algo escribí, pero muy poco. Otros proyectos que considero más interesantes y útiles ocupan mi tiempo».
-¿Cómo argumentaría esa opinión de que la plomada y el termómetro son los mejores instrumentos del biógrafo?
«Exactamente eso. En la investigación no puede uno perderse por caminos falsos. Hacen falta la medida correcta y la temperatura razonable…».
-¿Cuáles son las claves para que una investigación de este tipo, al final, se parezca al personaje investigado?
«Son varias, pero quizás la más importante sea saber apropiarse del personaje. Esa es la realidad que debe defenderse en todo momento. Tal cosa se consigue estudiando mucho y a profundidad al biografiado. El problema fundamental es la esencia del personaje, lo demás es escenografía o carrocería. Si no se llega hasta ahí, todo puede perderse entre maquillajes y sombras».
-¿No le preocupa que en el futuro algún biógrafo lo juzgue con demasiada severidad?
«Ojalá. Severidad nuca es sinónimo de tontería, payasería o frivolidad. Identifico lo severo con el oficio y el respeto».