LA HABANA, Cuba. – El régimen castrista cada año conmemora con gran alharaca la batalla de Playa Girón, ocurrida entre el 17 y el 19 de abril de 1961, a la que, sin escatimar en exageraciones, califican como “la primera derrota del imperialismo yanqui en América”.
Los castristas se muestran cual si hubieran enfrentado a la Séptima Flota y la División 82 Aerotransportada en vez de a una brigada de 1.400 exiliados mal entrenados, y a los que ―equipados por los soviéticos― superaban en armamento, y más de nueve veces en número de combatientes sobre el terreno.
La victoria de las fuerzas castristas sobre la Brigada 2506 en Playa Girón se debió principalmente a los errores y la mala coordinación de la invasión por parte de la CIA y los titubeos del presidente John F. Kennedy, que ejecutó sin fe y con reluctancia el plan heredado de Eisenhower, su antecesor, para derrocar al régimen de Fidel Castro.
El desgano y desinterés de Kennedy respecto a la invasión se evidenció, cuando le consultaron el sitio escogido para el desembarco de los expedicionarios y respondió con la frase: “Drop them anywhere” (Tíralos dondequiera).
El sitio escogido, un punto en la cenagosa costa de la Bahía de Cochinos, se convirtió en una encerrona para los invasores. Encima de eso, se vieron privados del apoyo aéreo que los norteamericanos le habían prometido. La aviación castrista, que no había sido tan dañada por los golpes aéreos del 15 de abril como suponían los planificadores de la invasión, pudo dominar los cielos y ametrallar a mansalva a los invasores, que habían quedado prácticamente abandonados a su suerte y a los que no les fue posible hacer más de lo que hicieron durante las cerca de 70 horas que duró la batalla.
Si Kennedy no confiaba en el plan de la CIA, si pensaba que estaba condenado al fracaso, mejor no hubiese hecho nada. Pero, con su desidia, envió a cientos de hombres a una carnicería y le regaló una victoria a Fidel Castro, más que todo propagandística. Es por eso que muchos anticastristas no perdonan a Kennedy y lo acusan, habiendo tenido la oportunidad de destruirlo, de ser el culpable de que el régimen castrista se consolidara.
Hoy, con la perspectiva que dan los 61 años transcurridos, uno puede, si no disculpar, al menos entender mejor los porqués de las vacilaciones de Kennedy.
Viéndose arrastrado a un creciente involucramiento estadounidense en Vietnam, enfrentado a Jrushchov en torno a la cuestión de Berlín, Kennedy subvaloró la peligrosidad de Fidel Castro. ¿Cómo iba a imaginar que poco más de un año después de Girón, en 1962, Fidel Castro, al alentar y permitir el emplazamiento en Cuba de misiles atómicos soviéticos, iba a poner al mundo al borde de una guerra nuclear?
En los días de Girón, debe haber pesado en Kennedy, a la hora de decidirse a involucrar a las fuerzas militares estadounidenses en una intervención para derrocar al régimen de Castro, el apoyo popular con el que este todavía contaba en aquella época, gracias a su demagogia y sus promesas populistas.
Si la Brigada 2506 hubiese logrado establecer una cabeza de playa en Playa Girón e instalar en ella un gobierno provisional que hubiera solicitado y conseguido la intervención de los Estados Unidos, los estadounidenses hubiesen conseguido barrer al régimen de Fidel Castro. Pero, dado el apoyo militar de la Unión Soviética y el fervor pro-Castro existente entre gran parte de la población, lo más probable es que habrían tenido que enfrentar una fuerte resistencia y enfrascarse en una carnicería. Ni remotamente habría sido tan rápido y fácil como la intervención en Santo Domingo en 1965.
Además, intervenir en Cuba le hubiera granjeado a los Estados Unidos la animadversión de muchos en América Latina y otras partes del mundo que aún idealizaban a la Revolución Cubana.
Haciendo un ejercicio de especulación histórica, es fácil deducir que con aquella intervención, que nos hubiera ahorrado seis décadas de dictadura comunista, hoy no estaríamos sumidos en este callejón de miseria, opresión e ignominia del que no parece haber salida a la vista.
Pero también podemos suponer que, a pesar de que estaríamos en mejor situación que otros países de América Latina (Cuba siempre lo estuvo), de haber intervenido los Estados Unidos, habría entre muchos cubanos un fuerte sentimiento antinorteamericano y las añoranza por el castrismo, por todo lo que prometía, por el paraíso que nos pintaba.
Hoy ya no quedan dudas acerca de la perversidad del castrismo y sus continuadores. El día que termine la pesadilla, nos daremos a la tarea de borrar todo cuanto quede de ella, y por todo lo que sufrimos, nunca permitiremos que vuelva.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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