La Habana, 17 abr.- Acercar a adolescentes de la barriada de San Isidro, en La Habana Vieja, a temas vinculados a la arquitectura, el urbanismo, el medio ambiente y el teatro, es fin del proyecto Sinfiltro, que desarrolla hace unos años un equipo de jóvenes profesionales cubanos.
“La iniciativa surge sobre todo para tratar de intercambiar con adolescentes del barrio de San Isidro y que ellos puedan descubrir también otras miradas y visiones de la realidad, más allá de su cotidianidad”, dijo el arquitecto Orlando Inclán, de la empresa Restaura, perteneciente a La Oficina del Historiador de La Habana.
Hasta la fecha, el proyecto sociocultural Sinfiltro cuenta con cuatro ediciones mezclando los saberes del grupo Habana regeneración, que se dedica a los estudios urbanos, y la parte del teatro, a cargo de la escritora y productora teatral Patricia Rodda y un equipo de actrices, entre ellas, Dorin Granados.
Convencidos que desde el arte y el teatro se puede sanar y crecer, el proyecto guía a adolescentes en recorridos por diferentes espacios del territorio, así aprenden sobre urbanismo y crean vestuarios para las obras de teatro a partir de materiales reciclados.
Dar otra mirada
“En la cuarta edición nos reunimos para involucrar a estos adolescentes desde la arquitectura, el entorno urbano y el teatro, y concientizarlos en fenómenos que los implican a ellos”, destacó Inclán.
“El taller siempre ha sido presencial, incluso en estos tiempos de epidemia, porque ha coincidido con flexibilizaciones en las medidas de distanciamiento, debido a que realizamos recorridos por la ciudad y representaciones teatrales”, refirió.
Con una duración entre seis y ocho sábados, en los talleres, que se realizan en la Galería Taller Gorría (GTG), en el corazón de San Isidro, se alternan temas de urbanismo y teatro.
De acuerdo con el arquitecto, pretenden convertir el taller en un espacio permanente y también en un proyecto de desarrollo local.
Cada convocatoria se enfoca en un tema general, por ejemplo, las tecnologías responsables, la sustentabilidad social y urbana y, “a partir del tema principal, se va viendo, desde las aristas de la arquitectura y el teatro, cómo enfocar entonces cada uno de los tópicos”, explicó Inclán.
“La experiencia más importante es mostrarles a las y los adolescentes otra visión de la ciudad y de la vida, independientemente del tema, mostrarles que hay más. Este último taller, sobre la sustentabilidad social y urbana, vieron muchas cosas nuevas que tal vez practican en su vida cotidiana”, detalló.
A la vez, agregó, “pueden conocer otros lugares de la ciudad, conocer que hay prácticas muy contemporáneas como el reciclaje y la bicicleta, que ellos usan”.
Según el arquitecto, el proyecto propicia que sus participantes reconozcan talleres alternos a lo que ellos dan normalmente en su preparación docente, que existen también otras maneras y otras conductas de vida más allá de lo que ellos reciben de manera cotidiana.
Una ciudad sustentable
De acuerdo con sus organizadores, el taller permite, además, que las nuevas generaciones entiendan que existen muchos modelos de ciudad, como Miami, que no es un modelo deseable, y reconozcan otros como Ámsterdam o París, donde se apueste por el peatón, el reciclaje y los valores patrimoniales.
Para Inclán, una ciudad sustentable apuesta por no consumir recursos agotables o, al menos, es consciente de que el consumo de los recursos agotables puede ser peligroso para sí misma.
“Es también una ciudad que apueste por los espacios verdes, por la movilidad alternativa como la bicicleta, que muchas veces se ve como un estigma de pobreza en nuestra sociedad, sin embargo, ciudades con más recursos y primer nivel mundial implementan este tipo de sistemas de transporte”, destacó.
A su juicio, quienes participan en el taller serán portadores de los saberes antes referidos,
“comentarán en sus casas estas vivencias, eso va haciendo que la ciudad esté más preparada, porque no solo puede ser un tema de gobierno o de especialistas, sino también de la población”.
En tal sentido, valoró que “hoy hablamos de reciclaje, de los desechos sólidos y de la basura, pero no solo se necesitan el equipamiento y las condiciones, sino también esa conciencia desde la población, y un poco el taller va por ahí, buscando esa sensibilidad”.
“Y qué mejor que esa educación parta de los adolescentes, que todavía no están con esa deformación del consumo, de mirar a modelos de ciudades que no son nada sustentables y pueden entonces comenzar a crear esa Habana a la que aspiramos”, reflexionó el arquitecto.
Una ciudad sustentable, indicó, “es aquella que recicla, limpia, es accesible, sus ciudadanos son conscientes del valor patrimonial de la ciudad, de sus recursos naturales, de esta relación con el mar, con la bahía, que para San Isidro es tan importante”. (2022)