El modo en que funcionan las plataformas de redes sociales está agravando el problema del tráfico ilícito y el consumo de drogas, según el informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), correspondiente a 2021 y publicado el pasado mes de marzo.
Sostiene el documento que las plataformas, que tienen un número enorme de usuarios activos (Facebook, más de 2 000 millones) se utilizan cada vez más como herramienta para promover el consumo de sustancias con fines no médicos.
Las personas jóvenes son los principales usuarios de las redes sociales, y forman, además, un grupo de edad con índices altos de consumo de drogas en todo el mundo.
Esas plataformas ofrecen nuevas oportunidades para comprar sustancias ilícitas y glorifican las conductas negativas, revela un nuevo estudio de la Junta especializada en narcóticos. También afirma que el dinero proveniente del narcotráfico frena el desarrollo y alimenta la violencia, la pobreza, la desigualdad y el crimen organizado.
La Junta pide a los gobiernos que reglamenten esas plataformas e insta al sector privado a que modere y autorregule sus medios digitales y limite la publicidad, y la promoción del consumo de drogas con fines no médicos.
El tráfico ilícito de drogas y el consumo indebido de esas sustancias sigue siendo un grave fenómeno global que amenaza la seguridad internacional, y al que no escapa ningún país, a partir de las complejas y sofisticadas redes del lucrativo negocio del narcotráfico (más de 600 000 millones de dólares en ganancias anuales), la omnipresencia de sus mafias, el empleo de corredores marítimos y aéreos, modos de operar e insertarse en las dinámicas del comercio mundial y aliarse con otras modalidades del crimen organizado internacional que cada vez emplean más las redes sociales para sus mortíferos negocios.
En tiempos de crisis y pandemia, en que la vida virtual compite con los espacios físicos, cientos de nuevas drogas sintéticas cada vez más peligrosas invaden el planeta, y se suman al consumo indebido de marihuana, cocaína y heroína que afectan a casi 300 millones de personas. El principal mercado, Estados Unidos, registra el mayor número de fallecidos por sobredosis de su historia, con más de 100 000 muertos entre abril de 2020 y el mismo mes de 2021, la mayoría por la denominada epidemia de los opiáceos, que incrementó la letalidad en un 28,5 %.
Todas esas sustancias se trafican, se pagan, se ofrecen, se exhiben, se ubican, se enseñan a consumir, se promocionan y se defiende su despenalización en las redes sociales. Una consulta de rutina en los buscadores de internet puede ofrecerle al usuario millones de opciones en cuestión de segundos.
La falta de escrúpulos de mafiosos, farmacéuticas, otros mercaderes y monopolios que dominan las plataformas virtuales, forman parte de los contribuyentes a la globalización neoliberal, que no solo venden drogas por las redes, sino que con la invasión de noticias falsas, tergiversaciones, calumnias, rumores y campañas difamatorias, ayudan a Washington a imponer al mundo sus modelos de obediencia, las modas y modos de pensar occidentales, y a implementar sus políticas y órdenes globales en el intento de aplastar culturas regionales y nacionales.
Abundan las alertas desde resultados científicos sobre los peligros que se derivan del “encanto” de las redes, que nos conectan con otros, son atractivas visualmente, nos ofrecen contenidos sobre personas, actividades, lugares de nuestro interés, pero “están diseñadas de manera que promueven la repetición de su uso“, según estudios de la Universidad John Hopkins.
Otros señalan que las personas son atraídas por el empleo casi adictivo de las redes sociales, debido a que con ellas se activan sustancias químicas en el cerebro y otras recompensas que hace que quieran más de esto, de acuerdo con investigaciones de la Asociación Americana de Psicología (APA).
“Todos estamos interesados en las interacciones sociales agradables, pero las investigaciones muestran que las redes sociales y su enfoque en los likes o ‘me gusta’ cuantificados, o las notificaciones frecuentes, parecen estar asociadas con la activación de áreas del cerebro que nos hacen no solo disfrutar de estas interacciones, sino biológicamente anhelar más de ellas. Estas son las mismas regiones del cerebro asociadas con la adicción a sustancias ilegales”, sostiene la APA.
Si a todos esos razonamientos se suma que las mentiras son algo de lo más común en las redes sociales, unas veces de forma aislada o dirigida desde centros de subversión política y grupos al servicio de intereses hegemónicos, sobran razones para estar alertas y advertir a quienes nos rodean de los peligros, para no caer en la adicción a las mentiras, a las drogas y los likes que también adormecen, inmovilizan, aíslan y te hacen un ciberdependiente crónico.
(Tomado de Ministerio del Interior)