Sobre China, el Departamento de Estado documentó asesinatos arbitrarios por parte del régimen, así como desapariciones forzadas, casos de tortura y detenciones masivas de minorías.
Caso especial es el “genocidio” perpetrado por Pekín contra los uigures de la provincia autónoma de Xinjiang, así como de otras minorías musulmanas de la región. La persecución sistemática de los uigures ya fue denunciada en el informe de 2020.
Otra mención expresa constata la dureza de las condiciones en algunas cárceles, “que a veces ponen en peligro” la vida de los presos. Como en el caso de Rusia, el de China es tal vez el más pormenorizado del documento, con atropellos que van de las restricciones a la libertad de creación y creencia a las esterilizaciones forzosas o los abortos cometidos bajo intimidación.
Aunque el informe no refleja los supuestos crímenes de guerra en la invasión de Ucrania, que comenzó el 24 de febrero, el capítulo relativo a Rusia abunda en violaciones de todo tipo, como el envenenamiento del líder opositor Alexéi Navalni en agosto de 2020 con novichok, un agente nervioso utilizado también en el atentado contra el exespía Serguéi Skripal dos años antes.
Durante la presentación del informe en Washington, Blinken aseguró que EE. UU. no está en disposición de confirmar nada sobre el supuesto uso de armas químicas en Ucrania, pero dijo que se trata de una “preocupación real”. “Estamos en conversación directa con nuestros socios para tratar de determinar lo que realmente ha sucedido”, añadió.
El secretario de Estado destacó que, a medida que las tropas rusas se retiran de las ciudades ucranianas que habían ocupado o sitiado, están saliendo a la luz las “atrocidades generalizadas” de las fuerzas rusas.
Citó el testimonio de mujeres y niñas que han sido violadas, así como infraestructuras civiles bombardeadas, como un teatro y una estación de tren.