Es una linda tarde y Vanesa salió a jugar. Ella es un pequeña de apenas dos años, que vive en el poblado de San Andrés, ubicado en el municipio pinareño de La Palma. Su padre, Yasmiel, apenas la ha podido disfrutar; es médico y lleva 20 meses en tierras venezolanas.
Todo es fiesta hoy en este verde campo, pues ya Vanesa supo que su papá regresa pronto, y no oculta la alegría en su andar sin frenos por todo el patio y el portal. Llega su primo Daniel en una modesta bici. Se suman los tíos Gabriel y Dani, y cada cual recibe su tarea desde tumbar una chirimoya, hasta improvisar un columpio.
La abuela Cary está feliz, y sucumbe a todos los antojos de los pequeños. El abuelo salió a buscar platanitos para merendar. Su mamá, Danay, pinta la casa y alista el portal, donde añora volver a mirar los atardeceres de este mágico valle, en el que hasta Fidel un día se vino a posar.
La espigas del sembrado de malanga nos despiden con su danza, como diciéndole al Sol: “No te apures que muy pronto juntos vamos a estar“.