Han pasado ya 60 años y sigue siendo joven. No, no es una metáfora basada en la edad de sus miembros, sino una certeza que parte de la capacidad que, como organización, ha mostrado la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) para renovar sus prioridades, sus metas, los objetivos que mueve el hacer, la contribución a la Patria, y no cualquiera, sino la justa, para cada momento de la historia vivida a lo largo de seis décadas.
Eso no es fruto de la casualidad, sino de una madurez política adquirida con el paso de los años, y de un compromiso ineludible con Cuba, con el rumbo trazado para nuestra obra social.
Nacida en los primeros años de la Revolución, la UJC ha crecido junto a ella sin ser jamás ente pasivo, sino devenida pilar impetuoso, transformador y activo, capaz de aglutinar no solo a la militancia que la mantiene viva, sino a la juventud en su sentido más amplio.
Pertenecer a ella, integrar sus filas, se convirtió –y aún hoy lo es– en altísimo reconocimiento para todo joven revolucionario, porque implica ejemplaridad, disposición ante las tareas, temple y carácter, como diría Ernesto Che Guevara.
La que puede calificarse como madre de la vanguardia juvenil cubana es –por derecho propio– heredera y continuadora de principios y valores tan sagrados que llevaron a miles de cubanos a poner en riesgo y a entregar sin miramientos su propia vida; de una Generación del Centenario a la que debemos la conclusión de los sueños independentistas del mambisado, de los héroes de la Guerra de los Diez Años, de la Guerra Necesaria, de Martí. Vive en ella también la más grande cantera del Partido Comunista de Cuba.
Son todos motivos de sano orgullo y, a la vez, constituyen impulso para el andar diario.
LA CONFIANZA MERECIDA, CONQUISTADA
No hay dudas de que fue Fidel el mayor impulsor de toda la confianza que había que depositar en la juventud; conocedor, por su propia experiencia y la de sus compañeros, de la tenacidad que acompaña a los jóvenes.
Por ese motivo, desde el triunfo mismo de la Revolución se dio un gran impulso a su participación social, al tiempo que se creaban para ellos amplias oportunidades de estudio y trabajo. Tan altas misiones soñó el Líder histórico para las nuevas generaciones, que un hito para Cuba y el mundo como la Campaña de Alfabetización fue protagonizado por jóvenes.
También hubo mucha juventud en Girón, cuando el enemigo amenazó a la Patria, y nos negamos rotundamente como pueblo a permitirle el éxito.
No puede mencionarse ningún momento cumbre de la Revolución sin hacer referencia a su papel protagónico, cumpliendo así con otra máxima guevariana: «La Unión de Jóvenes Comunistas tiene que definirse con una sola palabra: vanguardia. (…) Los primeros en estar dispuestos para los sacrificios que la Revolución demande, cualquiera que sea la índole de esos sacrificios».
Por eso se les vio machete en mano en los campos de caña durante la zafra del 70; por eso no dudaron en partir a Angola, epopeya que alude al internacionalismo en su más alta expresión.
Lo cierto es que en la medida en que se acrecentaba la ola transformadora del proceso revolucionario, también se hacía más fuerte y notable ya no solo la presencia juvenil en todos los sectores de la sociedad cubana, sino que aumentaba también su grado de responsabilidad, su protagonismo a la hora de formular ideas, de trazar objetivos, de hacer las metas tangibles.
Fue, en gran medida, el apoyo de esa juventud lo que hizo posible que superáramos los duros años de periodo especial y saliéramos adelante contra todos los pronósticos.
Ante cada nuevo sueño del Líder histórico se desbordaba una avalancha juvenil: dígase trabajadores sociales, Revolución Energética, Batalla de Ideas, Instructores de Arte, por solo citar algunos ejemplos. Miles de jóvenes alzaron sus voces en las tribunas abiertas por el regreso de Elián.
La Unión de Jóvenes Comunistas abrazó la causa de los Cinco, creyó en aquella sentencia de que volverían, y luchó en pos de ella hasta el añorado retorno.
Los pinos nuevos de la Patria derramaron innumerables lágrimas cuando partió a la eternidad nuestro Caguairán, y como espontáneo rayo nació de sus pechos el grito de: «¡Yo soy Fidel!» que ya jamás se apagaría.
LA DUREZA DE LOS NUEVOS TIEMPOS NO DETIENE A LA JUVENTUD
Con la llegada a Cuba del mortal virus que por más de dos años ha mantenido entre el dolor, el miedo y las alertas a toda la humanidad, llegaba también un nuevo reto que, como ya es tradición, involucró de inmediato a nuestra juventud.
Mostrando un elevado grado de respeto por la vida, y eligiendo sin miramientos el lado del deber, ocuparon los puestos de avanzada en zona roja, tanto desde las especialidades médicas como en función de otras tareas imprescindibles para el funcionamiento de hospitales y centros de aislamiento.
Mucho talento juvenil hubo también en los laboratorios donde nacieron nuestras vacunas, así como en los centros de producción y servicios para que no se detuviera la vida económica del país, profundamente golpeada por la pandemia.
La distinción Jóvenes por la vida llegó hasta las manos de miles de esos héroes, que en no pocos casos pusieron en pausa sus propios proyectos de vida para sumarse a los empeños de pensar, luchar, salir adelante y sobrevivir como país.
Desdoblándose, y haciendo gala de toda su nobleza y solidez de principios, los jóvenes cubanos han encarado, además, una muy dura campaña de descrédito contra la Revolución, una guerra mediática de dimensiones inimaginables que, en maligna complicidad con el bloqueo, ha hecho mucho más compleja la recuperación del país.
Lamentablemente, un grupo de nuestros jóvenes ha sido tragado por esa vorágine de pesimismo y desesperanza que vende el enemigo respecto a Cuba. Fueron esos los que el 11 de julio se dejaron arrastrar por la violencia, el desorden y el comportamiento antisocial.
Sin embargo, otros que no admiten confusión respecto aquello en lo que creen, actuaron de escudo, y aún lo hacen, frente a lo terrible de ese día, y a las manipulaciones de toda índole que le han sucedido.
Para disgusto y frustración de los que financian las campañas y de quienes las ejecutan, esos siguen y seguirán siendo mayoría.
UNA JUVENTUD QUE VA CON TODO
Llega el 4 de abril y, con él, infinitas certezas. Se celebra un 60 cumpleaños que lleva la continuidad como bandera, porque existe claridad plena de que en el relevo generacional de la obra revolucionaria descansa la garantía de su existencia.
La Unión de Jóvenes Comunistas es una organización que se reconoce a sí misma como protagonista de este tiempo, que sabe de lo imprescindible de su contribución.
Seis décadas de historia motivan la introspección, el reconocimiento abierto de los problemas, el debate inclusivo y sincero que ponga al descubierto las insatisfacciones, también el sentir no solo de la militancia, sino de todo el universo juvenil donde, vale decirlo, existe un mundo de potencialidades.
Acompañamos a nuestros más altos dirigentes, y abrazamos con ellos el desvelo diario por un país mejor, más justo. En ese lazo fraternal se estrellan los argumentos que buscan deteriorar la unidad de todo el pueblo.
A la juventud de hoy nada le es ajeno, por lo que conceptos como participación y creatividad reclaman de su voluntad, inteligencia e inagotable energía.
Es por eso que ¡vamos con todo!, porque la varilla de nuestros sueños es demasiado alta como para darnos el lujo de quedarnos a medias en el impostergable salto al porvenir.