Caracas, Venezuela.-Desde la acera de enfrente, el forastero no sabe qué hablan las colegialas en espera del ómnibus, en la parroquia Santa Rosalía, de esta urbe, pero intuye que es de mayor interés el asunto; a simple vista, las jóvenes meditan antes de expresar cada idea. Ya cerca de ellas, se advierten sus inquietudes.
–Es que solo de oír ese nombre me arrecha (enoja) –dice una.
–El señor Guaidó es un malandro con traje y corbata, pues; mira lo que hizo con la empresa venezolana Monómeros.
El diálogo se adentra en la pesadilla de Venezuela, tras autoproclamarse Juan Guaidó como presidente interino, sin respaldo legal, pero con apoyo inmoral de EE. UU., parte de Europa, y la derecha extremista.
Contra el pueblo y el Gobierno bolivarianos, la marioneta de Washington no ha podido cumplir la encomienda de su amo (destruir la revolución chavista), pero, a costa de multiplicar sus caudales, les ha ocasionado graves daños y sufrimientos severos.
Después de extraerle, para sus bolsillos, el máximo jugo financiero posible a una empresa tan exitosa como lo fue Monómeros, Guaidó y su comparsa la dejaron en ruinas y en manos de sus secuaces y protectores colombianos, so pretexto de «proteger ese patrimonio y preservarlo para su legítimo dueño»: el pueblo de Venezuela.
Los vínculos del capo venezolano, amparado en su máscara de interino, con el poder de la vecina Colombia, datan de años; él insiste en hacer creer otra cosa, pero se hunde en el lodo movedizo de sus bajezas; de tal suerte que ni siquiera Leopoldo López, «democrático» opositor, apologista de la violencia y prófugo de la justicia, quiere saber de él; no por corrupto –que también Leopoldo lo es–, pero la mayor tajada el autoproclamado se la autosirve.
Hace muy poco, el líder parlamentario de Venezuela, Jorge Rodríguez, mostró eslabones de la cadena Guaidó-narcotráfico-terrorismo-Colombia.
Videos, fotografías, diálogos y publicaciones prueban la sinergia entre el sujeto y otros opositores venezolanos, como Ismael García y Henrique Capriles, con el narcotraficante Biagio Benito Garofalo, procesado en España por traficar drogas, y sujeto a una orden de captura, la cual intenta evadir.
Ofende, por indecente, una carta de Voluntad Popular, a la que hace referencia Jorge Rodríguez, la cual, emitida en 2016, con la firma de Juan Guaidó, nombra al Garofalo «luchador por la democracia», como coordinador municipal de Anaco, en Anzoátegui.
Cuánta luz hay en las colegialas de Santa Rosalía:
–Al señor Guaidó ni lo merecemos, pues; mejor que se vaya. Con esta revelación ha quedado sin alma.
–¡Cosa, tú! Los monstruos no tienen alma; máscara sí, y este hace tiempo que la perdió; que se vaya, pero que antes paguen por sus daños, él y los otros malandros; son los peores.