Existen en el ejercicio de la profesión riesgos inconcebibles de correr sin asumir previamente un compromiso. En Efecto, Rodolfgo Walsh había muerto.
En su libro, Contra la neutralidad, el investigador español Pascual Serrano dedica un capítulo todo al periodista argentino Rodolfo Walsh (1927-1977). Por la importancia de esta figura para el periodismo latinoamericano, sintetizamos aquí algunas valoraciones recogidas, y en ocasiones formuladas por Serrano, que nos dan ideas contundentes sobre quién era Walsh y qué prensa defendía:
Serrano subraya la excepcional perspicacia del argentino, su astucia, el carácter militante de su obra, el poder de concentración, la pulcritud e inteligencia, la exactitud y rapidez y “la narración sutil, la observación aguda de las reacciones humanas, la agilidad de la prosa y la aptitud para recrear climas y sentimientos”, como dijese el dramaturgo Alberto Adellach.
Más tiene Walsh para enseñarnos sobre el periodismo: la ironía como método de denuncia, la creatividad por encima de las recetas establecidas, el alma y la humanidad como sus mejores herramientas literarias
En el entorno del periodismo alternativo, desde su Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA), procuraba que cada receptor se convirtiera en un nuevo emisor de sus ideas, asumiendo el rigor como principal concepto.
Sobre Prensa Latina, dijo: “Su objetivo principal es dar una imagen de los países latinoamericanos que no esté deformada por intereses ajenos a nuestros pueblos. Pero no se hace retórica ni propaganda. Se trabaja duro y con la verdad”.
Del intelectual habló también Walsh y aseguró que su campo “es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante y el que comprendiendo no actúa tendrá un lugar en la antología del llanto pero no en la historia viva de su tierra”.
“Mover a la gente, subvertir, darse cuenta de que la máquina de escribir es un arma”, nos proponía. Ver al testimonio y la denuncia como categorías artísticas y, sobre el arte:
“Yo pienso que no solo es posible un arte que esté relacionado directamente con la política […], con la situación del momento que se vive en un país dado; si no está eso para mí le falta algo para poder ser arte”. El arte, insistía Walsh, habría que verla no como una presentación, sino como una representación que abiertamente toma partido dentro de la realidad, influye en ella y la cambia.
Incluso escribiendo sobre el conflicto palestino, Walsh nos revela una polémica viva aún hoy dentro de la prensa y la comunicación en general:
Se discute sobre los métodos. ¿Por qué los palestinos atacan las escuelas? He visto la escuela de Nabatiyeh, nivelada con la roca. ¿Por qué los palestinos tiran granadas en un mercado? En Aime de Hue, la semana pasada, no quedó siquiera el mercado, bajo las bombas israelíes de 250 kilos.
La discusión sobre los métodos es una de las formas de eludir la discusión sobre el fondo, reemplazar el por qué por el cómo.
Un fragmento de Operación Masacre
Mira ese chico de veinte años. ¿Qué has hecho de tu vida, Carlos Lizaso? ¿Qué pecado tan espantoso has cometido? ¿Has matado, has robado, has perjurado? No se te nota en el ademán tranquilo, no se te nota en los ojos limpios. Pensás en tu anciana madre, en tu hermanito Bocha a quien también se llevó la desgracia, en tu novia Ester, en tu dolorido padre que no tendrá corazón para sobrevivirte. Apresúrate porque van a matarte los hombres justos. Y usted, Nicolás Carranza, dentro de poco sí que estará Entregado, y no imagina siquiera quién ha de ser su último guardián. Piensa en Berta, en Elena, en Julia Renée… Apúrese, porque son tantos los suyos y van a matarlo los hombres justos. Y usted, Francisco Garibotti, también los suyos son muchos. Ferroviario: no conoce las señales y estaciones de esta línea. Apúrese, porque van a matarlo los hombres justos. Y usted, Vicente Rodríguez, ¿se acuerda acaso de los chicos que deja, se acuerda de Alicia, de Titi, de Vicente Carlos? Pronto, porque van a matarlo los hombres justos. Creía que el mundo era suyo, Vicente Rodríguez. Con qué fuerza hombreaba bolsas en el puerto. Cómo gritaba y se llevaba todo por delante. Pero el mundo —ya lo ve— es de los doctores que afilan ciegas espadas ajenas. Y vos, Mario Brión, qué tarde volverás a tu casa. Has dejado algo por hacer en tu jardín, has dejado el diario de hoy y el de mañana, has dejado los subtes y los trenes, has dejado un disco sin escuchar, un libro a medio leer, con un lápiz dentro, una llave vertical aplaudiendo un párrafo. Has dejado todo y ya no hay tiempo. Van a matarte, Mario, van a matarte los hombres justos.