Desconectar a Rusia de las plataformas comunicacionales del mundo, prohibir sus medios informativos, condenar periodistas por no sumarse a la rusofobia desatada, es cuando menos una violación de derechos consagrados, como informarse contrastando diversos enfoques, y de la libre expresión de millones de personas que carecerán de todos los elementos necesarios para evaluar el conflicto.
Esas medidas, nunca usadas ante las múltiples invasiones de Estados Unidos a numerosos países, son también un atentado a la cultura, en este caso, amplificado al punto de la inquisición medieval con la literatura rusa y otras manifestaciones artísticas, especie de neobarbarie inconcebible en la presunta culta Europa.
Gracias a la censura contra Russia Today (RT), Sputnik y otros medios rusos, el único relato que parece existir es el de Washington. Junto con la OTAN, Estados Unidos se ha autoproclamado juez de la verdad mundial y sus plataformas etiquetan los perfiles de periodistas que trabajan para medios informativos de origen ruso, pero también de periodistas independientes y personal técnico que ha prestado servicios de forma subcontratada. Nadie se atrevió a hacer algo similar con CNN y Fox News cuando hicieron posible la desinformación que terminó con la masacre de un millón de personas en Irak, Afganistán, Libia y en un caos sangriento que aún persiste. Como si no fuera suficiente, han aplicado a Rusia restricción de visibilidad y posicionamiento mediático en los buscadores de Internet que mantienen un oligopolio casi absoluto, todos manipulados desde San Francisco.
Nuestra vocación pacífica, nuestra solidaridad con las víctimas del conflicto, impone también alertar sobre esta guerra contra la información, contra el periodismo honesto y contra la cultura, una guerra que echa por tierra conceptos y valores conquistados por toda la humanidad a lo largo de su historia. Niegan los principios democráticos más elementales y demuestran la dictadura del gran capital en función de sus intereses.
El mundo enfrenta más de una guerra y nuestra negativa a aceptarlas tiene que incluirlas a todas. La desinformación es crimen de lesa cultura, y en las actuales circunstancias favorece el apogeo del neofascismo y otros males.
Presidencia Nacional de la Unión de Periodistas de Cuba