Las sanciones a Rusia saltaron como liebres desde Occidente, una vez que el Kremlin reconoció como independientes a las repúblicas de Lugansk y Donetsk, en Ucrania. Estaban redactadas sobre el buró de los jefes de Estado o Gobierno y cuando aún Vladímir Putin no había terminado su discurso a la nación, la gran prensa se hacía eco de las medidas que tomaban Washington, Londres, Alemania y la Unión Europea, entre otros.
El Consejo de Seguridad de la ONU fue convocado y celebrado en tiempo récord y la OTAN se encarga de alistar fuerzas y medios militares para cuando desde Estados Unidos den la orden. El ambiente contaminado pareciera el del preludio de una confrontación mundial. Ojalá haya sentido común, se elimine el lenguaje bélico y se acuda a la negociación. Este martes, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, comunicó que la Unión Europea (UE) sancionó a 351 diputados rusos y a 27 personas físicas y entidades jurídicas.
Amenazó con «no descartar que se tomen sanciones adicionales en caso de una escalada de tensiones en Ucrania».
El Presidente ruso, explicó, respecto al reconocimiento de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, que «Europa no ha conseguido hacer que Kiev aplique los Acuerdos de Minsk», por lo que a Rusia no le quedó otra opción. ¿Qué es lo siguiente que íbamos a esperar, un genocidio?, preguntó.
Interrogado por los periodistas sobre el posible uso de las Fuerzas Armadas en este conflicto, confirmó que «utilizaría las Fuerzas Armadas de Rusia si fuera necesario para defender las repúblicas de Donetsk y Lugansk».
En el escenario actual, más antirruso que bélico, me vino a la mente la fecha del 24 de marzo, cuando Washington y la OTAN emprendieron feroces bombardeos contra la entonces Yugoslavia, matando a cientos de civiles. El Consejo de Seguridad de la ONU fue ignorado y ni Washington ni la Alianza Atlántica –los mismos de hoy– le consultaron.
Luego ocurrió que Kosovo, una provincia de mayoría serbia, fue la pieza conquistada por Occidente una vez desintegrada Yugoslavia.
De esa guerra salió la separación de Kosovo, que se autoproclamó independiente. Fue EE. UU., el primero en reconocerlo, y luego se sumaron la mayoría de los gobiernos europeos.
Aquel hecho bochornoso, de espaldas a la comunidad internacional, debemos tenerlo presente ahora, cuando Rusia, que no ha bombardeado a nadie y se ha comprometido a no atacar a Ucrania, reconoce a Donetsk y Lugansk.
Contra Rusia, Occidente ha sacado todas sus armas. Mientras, el presidente ucraniano Vladímir Zelenski amenazó este martes con «romper las relaciones con Moscú».
El canciller de Alemania, Olaf Scholz, anunció que ordenó detener el proceso de certificación del gasoducto Nord Stream 2, y la ministra de Asuntos Exteriores alemana, Annalena Baerbock, declaró que el proyecto del gasoducto Nord Stream 2 está congelado.
Por su parte, el Gobierno británico sancionó a cinco instituciones financieras rusas y a tres profesionales de «alto rango» del referido país, en la primera ronda de sanciones que entrarán en vigor «inmediatamente», informó Sputnik.
«Tendremos más sanciones preparadas para aplicarlas, junto a Estados Unidos y la Unión Europea, si hay una escalada más de la situación», dijo el premier británico, Boris Johnson, en su declaración parlamentaria.
Mientras las sanciones unilaterales le añaden tensión a la creciente escalada, nadie ignora el afán belicista que históricamente ha sostenido la OTAN, y el peligro que significa su expansión al este para la seguridad de Rusia.