Muchas veces se ha dicho y escrito que era el hombre más rico de la provincia de Oriente, con una fortuna calculada en más de dos millones de pesos, y, sin embargo, prefirió renunciar a todo por un anhelo más valioso: la libertad de su Patria.
Pero no fue ese su único ni mayor sacrificio. La leyenda épica que constituyó la vida del patricio bayamés Francisco Vicente Aguilera tiene dimensiones extraordinarias que trascienden al millonario desprendido para revelar a un ser excepcional de nuestra historia.
Aquel ilustre abogado, gestor, junto a Céspedes, de la Guerra de 1868, y más tarde nombrado Vicepresidente de la República en Armas, fomentó el desarrollo cultural, económico y social de su región natal, privó de lujos a sus hijos para irse a la manigua, sufrió sus ausencias y padeció dolores del cuerpo y del alma que lo marcaron profundamente, pero jamás traicionó su ideal ni la lucha.
Fue bautizado como el Peregrino de la Patria, tras partir hacia el exterior, en 1871, con la difícil misión de intentar eliminar las pugnas existentes en la emigración cubana y traer armas para la guerra; un empeño que no pudo cumplir, aunque en su periplo por Estados Unidos y por varias ciudades de Europa, logró reunir 145 500 dólares y organizar cinco expediciones que no se concretaron.
Allá, lejos de su tierra amada, fue víctima de engaños y mezquinas manipulaciones. Fue también despojado de sus cargos y grados, pero jamás pudieron mellar su espíritu irrevocable. Cuentan que, en Nueva York, víctima de un cáncer en la garganta, caminaba bajo la nieve con los zapatos rotos, sin tomar para sí ni un centavo de lo recaudado para la independencia de Cuba.
En severa miseria, acompañado solo por su esposa y algunos de sus hijos, moriría el 22 de febrero de 1877 –hace hoy 145 años—, aquel patriota íntegro al que el Apóstol calificó como «el millonario heroico, el caballero intachable, el padre de la República».
Tal es el ejemplo que perdura del hombre al que debiéramos acudir con mayor frecuencia para aquilatar plenamente su trayectoria loable y conmovedora, resorte de la dignidad de la nación.
Es la abnegación patriótica de Vicente Aguilera un caudal inspirador para la defensa de la soberanía. Así lo afirmó: «cuando se trata de la Patria, todos los sacrificios son pequeños».