La 61 SN comienza con el reto y la encomienda de que el béisbol que se juega en la isla no siga cayendo
Foto: Archivo IPS-Cuba
Arrancó la 61 Serie Nacional de Béisbol en Cuba, ahora con público en los estadios, por tanto, los aficionados al deporte de las bolas y los strikes tendrán la oportunidad de asistir para ver a los peloteros de su equipo preferido e inyectar emoción y calor en los coliseos. La pelota ya está rodando, aun cuando la pasión no sea la misma de otras épocas y muchas cosas hayan cambiado en seis décadas.
La Serie Nacional (SN) se inició en 1962 con una tarea muy difícil: llenar, con un campeonato amateur, el vacío dejado por la liga de béisbol profesional más exitosa y de mayor calidad en el mundo después de las Grandes Ligas de Estados Unidos. Para eso contaba con una cantera enorme en ese deporte –sin explotar todavía lo suficiente a escala nacional– y una tradición que venía del siglo xix.
La SN comenzó con cuatro conjuntos en la primera (I) y fue creciendo poco a poco: para la VII eran doce equipos (dos por cada provincia), y en la XVII, luego de la división político-administrativa, llegaron a ser dieciocho. Pero más allá de los cambios de estructura y la cantidad de equipos, algo de lo que se ha hablado bastante, lo más importante fue el nivel de calidad alcanzado y la aceptación que recibió de la afición a lo largo del país con la correspondiente popularidad de los peloteros más sobresalientes. Miguel Cuevas, Manuel Alarcón, Manuel Hurtado, Wilfredo Sánchez, Félix Isasi, Armando Capiró, Pedro Chávez, Urbano González, Agustín Marquetti, Silvio Montejo, Antonio Muñoz, Modesto Verdura, Elpidio Mancebo, Braudilio Vinent, Andrés Telemaco, José Antonio Huelga, Pedro José Rodríguez, y muchísimos más, se convirtieron en ídolos muy queridos.
El rápido despegue y éxito de la SN se debió también, en buena medida, a la excelencia del cuerpo técnico –entrenadores, managers, auxiliares– que tuvo en sus primeros años. Pedro Natilla Jiménez, Conrado Marrero, Gilberto Torres, Fermín Guerra, Ramón Carneado, Andrés Ayón, Roberto Ledo, Juan Ealo, junto a otros, contribuyeron con su experiencia y sabiduría al pleno desarrollo de los atletas.
El aporte de esos expeloteros fue de tal magnitud que la historia no hubiera sido la misma sin ellos, porque si en los inicios algunos equipos contaron con jugadores ya formados y estelares, como Pedro Chávez, Alfredo Street, Ricardo Lazo, Rolando Pastor, Tomás Soto, Mario González, Pedro Carvajal, o Urbano González, esa no fue la pauta general. Es conocida la importancia capital de Natilla en los equipos de Orientales y Azucareros; la de Ramón Carneado, en Industriales; o la de Marrero, en Granma, por citar solo tres ejemplos muy significativos.
Las SN, como escalón más alto de una pirámide que tenía en su base a las categorías infantiles y juveniles y a los certámenes provinciales, permitieron una mayor expansión del béisbol en todo el archipiélago y propiciaron el surgimiento de incontables figuras, de manera que siempre había varias para cada posición a la hora de integrar una selección nacional y formar un equipo que luego, casi siempre, vencía en cuanto torneo internacional participaba.
Pero ese escenario comenzó a modificarse en la medida que la fuga de talentos se fue acentuando. Además, vivir encerrado en la liga nacional, ajeno a los cambios ocurridos en su universo a escala global, le pasó factura al béisbol cubano. Desde hace rato el nivel de la SN viene descendiendo y las competencias internacionales se pierden una tras otra.
La 61 SN comienza con el reto y la encomienda de que el béisbol que se juega en la isla no siga cayendo, mantener el interés de los aficionados, y resulte un campeonato fuerte, atractivo, reñido, a lo largo de la temporada regular y los play off. Los tres puntos están en correspondencia, forman parte de la misma ecuación.
Para la SN es esencial no seguir perdiendo a sus mejores exponentes. Como la realidad se impone, la Federación Cubana de Béisbol no ha tenido más remedio que aceptarla –a su manera– y cierto número –aún exiguo– de peloteros ahora alterna su participación en la liga del patio con la actuación en otras del Caribe o Europa. Es un espacio que se ha ido abriendo, modificando; sin embargo, los contratados en Japón apenas pueden ya jugar aquí, algo obvio por la alta exigencia de la Nippon Professional Baseball (NPB).
Pero una parte de los jugadores más jóvenes y de mayor talento se sigue arriesgando al salto en el vacío para buscar un contrato en el nivel más alto del béisbol, porque algo está claro: una cosa es la calidad de la SN y otra el potencial de los peloteros cubanos. Así, año tras año, la Major League Baseball (MLB) firma a varios de ellos y algunos no tardan mucho en confirmar su brillantez, como han sido los casos recientes de Yordan Álvarez, Randy Arozarena, Luis Robert Moirán, o José Adolis García.
Quienes amamos el béisbol y no lo cambiamos por ningún otro deporte, aunque lo quieran pintar como “el deporte más hermosos del mundo”; quienes encontramos en un buen partido de pelota las emociones de una drama de Shakespeare y el suspenso de una película de Hitchcock, quisiéramos que el béisbol cubano encontrara el rumbo perdido y también que nuestros peloteros tuvieran la libertad suficiente para jugar en otras ligas y regresar a la SN y a su país cuando lo crean conveniente, sin restricciones, prohibiciones, o sanciones, e igualmente para integrar la selección nacional. Todos ganarían: la SN, el atleta, su familia, la afición, el país, y el deporte.
Finalmente, quiero destacar algo positivo, atractivo, útil, de estreno en esta nueva SN: las prestaciones del sitio beisbolcubano.cu, que da la posibilidad de seguir, o monitorear por radio, desde internet, cada partido que se está celebrando, además de poder consultar la tabla de posiciones, el calendario y las estadísticas de la serie.
Nos vemos en una fase más avanzada de la temporada regular, o tal vez en el estadio. (2022)
