Ya sabíamos de la condición de favorito del equipo de Matanzas, pero si quisiéramos saber cómo la expresa en la 61 Serie, que mañana cumple un mes, sepa que: es primero en bateo (323), ocupa el mismo estrado en promedio de carreras limpias por juego (2,44) y, si bien es octavo en defensa (971), está por encima de la media (970). Como si fuera poco es el segundo que más jonrones da, segundo que más carreras anota, el que menos permite, el que más poncha, el que menos boletos otorga y el de mejor whip (acciones positivas de sus lanzadores). Esas son las credenciales del conjunto que domina hoy la campaña.
Pero si un equipo continúa dándole colorido a la temporada ese es Mayabeque. El pasado 31 de enero, el swing de Tirándole, el primero de esta contienda, fue justamente para los Huracanes, y otra vez merece el reconocimiento, pero también creo necesaria una invitación a la reflexión. Este elenco no es de los punteros a la ofensiva, en la cual es décimo (287), por debajo del 293 de la lid; es el 11 en jonrones, y la misma posición ocupa en ops, o bateo integral.
Sobresale en algunos indicadores de pitcheo. Con 282 es al tercero que menos le batean; el cuarto al que menos jits le dan por juego; el tercero que menos imparables le pegan; el cuarto que menos le anotan por choque, el segundo equipo en carreras permitidas y el mismo lugar en defensa, 977, solo superado por los 978 de la Isla de la Juventud.
¿De qué colorido hablamos? Podrían preguntarse. La respuesta pasa por estos datos: es al que menos hombres se le quedan en base; tercero que más corredores en las almohadillas impulsa; el segundo que más batea (333) con jugadores en circulación, aventajado por Matanzas (338), el cuarto que más impulsa con peloteros en posición anotadora y el segundo que menos deja de remolcar en esa situación.
Esas son las razones por las que no ha dejado, en todo este mes, los puestos del uno al tres, lidiando con históricos como Santiago de Cuba e Industriales, que, si bien son versiones nuevas, se enfundan en camisetas que pesan mucho en la pelota cubana; y con los Cocodrilos, el plantel de más podios en las últimas siete contiendas.
En otras palabras, Mayabeque falla poco a la hora buena, pues en esos instantes se multiplican las cualidades del jugador. Y eso no se logra con una varita mágica, hay un trabajo individual y colectivo, que hacen crecer los aspectos volitivos y motivacionales en esos instantes decisivos del partido. Solo de verlos, en el terreno y en la banca, asoma ese equipo aguerrido y combativo.
Pero, y esta es la reflexión, esos resortes, válidos en cualquier deporte e imprescindibles de cara al triunfo, no se pueden confundir con una guapería barata que los lleve al irrespeto, porque eso echaría por tierra el bonito espectáculo que le están dando a la pelota y, lo que es peor, a la larga puede frustrar sus aspiraciones de llegar a la postemporada. Ellos son los que han puesto el reto a los grandes, y ese es su mérito. Por ejemplo, los tres peloteros que les expulsaron en el desafío del domingo le sobraron a la historia que tejieron ese día ante Industriales y la que van obrando en la lid.
Estaríamos locos si le pidiéramos a los Huracanes que cambien su manera de jugar. El ímpetu de sus vientos le hace falta a nuestro beisbol para que este tenga la fuerza de un huracán categoría 5. Pero esa misma fortaleza se necesita para que los anticiclones, que son muchos en una extensa temporada, no acaben por convertirlos en una suave brisa.