El sociólogo, abogado y crítico mexicano Pablo González Casanova cumple hoy un siglo de vida.
Llegar a cien años es una victoria, un deseo que no pocos ambicionan y al que no todos tenemos la dicha de arribar. Pero si la vida se encamina en la defensa de los más desposeídos, también es ya en sí una conquista. Hacer la parte que a cada cual nos corresponde en el mundo, y hacerla con la intención del bien. Pablo González Casanova ha defendido la idiosincrasia indígena de América Latina. Sus estudios sobre la vida social humana y el comportamiento de las sociedades también significan un aporte al bien común.
Entre sus obras más importantes se encuentran Misoneísmo y modernidad en el siglo XVIII en México, Una Utopía de América, Estudio de la Técnica Social, La literatura perseguida en la crisis de la Colonia, Sociología de la explotación, La democracia en México, entre otros volúmenes.
Este miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua ha sido reconocido como Investigador Emérito y profesor Emérito de la UNAM en mayo de 1984, el único universitario galardonado con ambas distinciones simultáneamente. Quien se desempeñara desde 1970 hasta 1972 como rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, fue merecedor del Premio Nacional de Ciencias Sociales en 1984, y en 2003 la Unesco le concedió el Premio Internacional José Martí.
El investigador Jaime Torres Guillén ha dedicado a este profesional un volumen de 600 páginas titulado Dialéctica de la imaginación: Pablo González Casanova: una biografía intelectual. Julio Labastida Martín del Campo describe al libro como ambicioso. «Torres Guillén recurre tanto a fuentes bibliográficas como a entrevistas con algunas de las personas que han estado más cerca de González Casanova en diferentes etapas de su vida y obra, además de su trayectoria política y pública, y se ha detenido en aquellas etapas y coyunturas críticas de México, América Latina y el plano mundial que las influyeron», señala Labastida en una reseña publicada en la Revista Mexicana de Sociología.
Pablo González Casanova ha sido, además, un entrañable amigo de Cuba, quien reconoció que «realizar el sueño de Martí anunciando que venía una revolución nueva fue un decir y hacer del Manifiesto del Moncada y del proceso revolucionario cubano. Desde entonces las expresiones personales o colectivas de Fidel y sus compañeros del 26 de Julio, y, después, del nuevo Partido Comunista Cubano, lograron una identidad entre la palabra y el acto que es necesario entender, pues si no, no se entiende nada».