“La censura es la norma en Cuba”, declaró la artista cubanoamericana Coco Fusco en un artículo publicado en el portal Letras Libres y en Nacla: Report on the Americas.
“El gobierno cubano acusa sistemáticamente a artistas y periodistas de conspirar contra el Estado, creando un clima de persecución y miedo”, subrayó Fusco.
El artículo menciona una variedad de actos de acoso contra artistas cubanos, comenzando con Hamlet Lavastida, quien fue arrestado en La Habana a su regreso de Berlín después de que se conociera su propuesta de estampar pesos cubanos con logotipos de los movimientos opositores. Alegaron que era una “agente del imperialismo” y que deseaba encabezar las manifestaciones del 11 de julio. Una “historieta de la Guerra Fría” comentó Fusco.
La meta del régimen ha sido “culpar a los artistas” por las protestas del 11J. Pero Fusco dijo que las manifestaciones fueron provocadas por videos compartidos en Facebook por cubanos de a pie, “como explicó Carla Colomé en su ensayo, ’11 de julio en San Antonio de los Baños: Lo que se ve/Lo que no se ve'”.
Acerca de las tácticas del régimen, Fusco recordó que a Lavastida lo presionaron para que confesara que estaba siendo “manejado” por dos extranjeros: la madre polaca de su hijo y la propia Coco Fusco, acusación que ella rechazó con firmeza:
“La madre del hijo de Lavastida, Aga Gratkiewicz, trabaja en el sector inmobiliario y nunca ha sido empleada del gobierno polaco, y yo no trabajo para el NDI. Soy una artista, escritora y profesora universitaria cubano-americana. Desde la década de 1980, he realizado investigaciones en la isla y he colaborado con artistas cubanos en películas, exposiciones e intercambios culturales. Nunca he solicitado financiación al National Endowment for Democracy (NED). En 2014, enseñé en Brasil con una beca Fulbright financiada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, y en 1989 di una conferencia sobre el cine latino en Brasil bajo los auspicios de la Agencia de Información de los Estados Unidos. Como artista, he recibido fondos de varios organismos gubernamentales europeos, latinoamericanos y del Medio Oriente en forma de comisiones y honorarios, ninguno de los cuales llevaría a la mayoría de la gente a concluir que me he visto obligada a servir a los intereses de ningún gobierno”.
“Los cubanos”, añadió, “están sujetos a leyes que penalizan las opiniones disidentes y criminalizan el apoyo financiero de organizaciones relacionadas con agencias gubernamentales estadounidenses. Si un artista o periodista cubano recibe un pago de una entidad financiada por el gobierno de Estados Unidos por un solo texto, actuación u obra de arte, toda su vida profesional se convertirá en políticamente sospechosa”.
“Cualquier productor cultural que exprese opiniones críticas con respecto a las políticas y prácticas del gobierno cubano es susceptible de ser señalado como enemigo del Estado”, lamentó Fusco. Es como si el Partido Comunista “debe tener el derecho exclusivo de hablar en nombre del pueblo cubano y que si los ciudadanos no se someten a la dirección del partido se dejarán llevar por intereses extranjeros o por la llamada mafia de Miami”, dijo Fusco.
“Es un argumento que niega a los cubanos la capacidad de juicio independiente”, afirmó Fusco.
“Cuanto más ejerza el gobierno cubano el poder sobre los artistas a través de la violencia, más se identificarán los artistas e intelectuales con las víctimas de fuera de su entorno que sufren un maltrato similar”, opinó Fusco al concluir su artículo.
Sin embargo, también advirtió que “la reciente decisión de desestimar los casos contra un puñado de artistas blancos y de alto nivel educativo, mientras que docenas de manifestantes pobres de color se enfrentan a largas condenas de prisión, está siendo criticada por los activistas como una medida diseñada para exacerbar las divisiones de clase y raza, alejando así a los artistas de los cubanos de a pie”.