La noticia sorprendió a todos. Una frase corta con un significado grande, nacida desde su corazón. «Este año no competiré, voy a dedicárselo a mi familia».
Amorosa, consciente de que, aun disfrutando del cariño de su pueblo, quedaba en lo más profundo de su ser un deseo que no podía esperar más para cumplir. «Quiero entregarme a mi familia, en este tiempo sin competencias importantes», expresó Omara Durand.
Merecido el permiso para esta santiaguera de 29 años que sentimos muy adentro por su naturalidad, sencillez y sus diez años compitiendo sin perder. «Yo estoy en deuda con mis familiares, porque ellos hacen todo en la casa para que me dedique a los entrenamientos, y, al regresar al hogar, poder descansar», me dijo en una entrevista anterior a la hazaña de las tres medallas de oro ganadas en los Juegos Paralímpicos de Tokio.
Erika, su hija, la madre, el hermano y el esposo fueron inspiración durante toda la preparación, en especial al final, en Dubai, (ciudad en la que se lesionó en el Mundial de 2019). Entonces había dicho que extrañaba muchísimo a su hija, «pero sabemos que la distancia es por una buena causa». Y así lo demostró, ganando los cien, 200 y 400 metros, con claras ventajas sobre sus rivales, coronando siete medallas de oro en las tres últimas ediciones paralímpicas. Querida en Cuba y en el extranjero, seleccionada por la publicación Marca entre las ocho atletas más sobresalientes en Tokio; y la mejor atleta discapacitada de Cuba, la joya antillana de la velocidad nos deja un vacío temporal, pues no disfrutaremos de su paso ligero y vencedor durante 2022; pero será, como ella misma ha dicho, «por una buena causa». Nos quedamos con ese adiós por un tiempo que la reconfortará para retornar con igual empuje, agradecidos por la alegría que nos regala con su entrega, y que este viernes pudo regalársela a ella misma al disfrutar, en familia, el cumpleaños de su mamá. Esperemos, pues, el retorno, con la frase que siempre la acompaña: «Soy una servidora fiel de la Revolución y el deporte».