Contrario a lo que ocurre en varias regiones del mundo, donde amplios sectores de la población muestran rechazo y desconfianza hacia las políticas para combatir la COVID-19, en Cuba las personas apoyan y son conscientes de la importancia de estar vacunados para poder enfrentar de manera efectiva las consecuencias del nuevo coronavirus.
Un artículo de los periodistas Marc Vandepitte y Toon Danhieux, reproducido en Cubadebate, realiza una interesante comparación acerca de lo que ocurre en Europa y en Cuba, respecto a ese tema, en el cual destaca que la obligación general de vacunarse y la restricción a la libertad de circulación establecida en el viejo continente, no es la forma de crear apoyo en la población.
Uno de los elementos que más predomina en varios países europeos es la desconfianza en el gobierno, según los reporteros belgas, quienes señalan que muchas personas no vacunadas dudan, con razón, de la competencia y/o de la buena fe de los gobernantes que ahora quieren vacunar lo antes posible, debido a la improvisación y la manera en que han manejado la pandemia.
Al referirse a nuestro país y la manera en que el Gobierno ha manejado la situación, Vandepitte y Danhieux reconocen cómo ya en enero de 2020, casi dos meses antes de que los políticos en Europa entraran en acción, Cuba puso en marcha un plan nacional para combatir el coronavirus, que incluyó campañas masivas de información en los barrios y en la televisión.
El gobierno actuó con decisión e hizo todo lo posible para cortar el virus de raíz. Algunos ejemplos. El turismo, principal fuente de ingresos pero también de contagio, se detuvo inmediatamente. Los niños están obligados a llevar mascarilla. Cuando quedó claro que las escuelas también eran importantes focos de contagio, se pasó a la educación en casa, con muy buen apoyo de la televisión escolar, entre otras cosas, reconocieron los reporteros.
Otro elemento distintivo de Cuba es la característica de su sistema sanitario, centrado en la prevención, advirtieron los periodistas, quienes destacan en el artículo cómo desde marzo de 2020 casi 30 000 «rastreadores de contactos» fueron de puerta en puerta, hasta los rincones más alejados de la Isla, para comprobar en cada familia si uno de sus miembros estaba infectado.
Resaltan asimismo, cómo la pequeña Isla puso su mayor empeño en el desarrollo de vacunas contra el coronavirus, y ya en marzo de 2021 tenía tres vacunas en fase de prueba, lo que le permitió poder contar en la actualidad con vacunas propias, una de ellas para niños de tan solo dos años.
«Una vez iniciada la campaña de vacunación en Cuba los resultados fueron espectaculares. El 20 de septiembre, al inicio de la campaña, todavía había diariamente más de 40 000 nuevas infecciones y 69 muertes. Hoy en día hay 120 nuevas infecciones y una muerte al día. En Cuba también se vacuna a los niños a partir de dos años. El 2 de diciembre el 90 % de los cubanos había recibido su primera dosis. Es el segundo porcentaje más alto del mundo, después de los Emiratos Árabes Unidos, y el más alto de América Latina», destaca la publicación.
En el caso de Europa, aún existe mucha desconfianza en las grandes farmacéuticas que solo miran las ganancias y no siempre se toman en serio la seguridad de las personas. «La gente también sabe que las compañías farmacéuticas están cobrando precios demasiado altos por sus vacunas contra la COVID-19 y que están subvencionados por el gobierno, pero se les permite quedarse con miles de millones de beneficios. Cuando estas mismas empresas dicen entonces que es necesario otra inyección de refuerzo, esto despierta comprensiblemente la sospecha, aunque la necesidad sea científicamente correcta», resalta el artículo.
Contrario a esa situación, en Cuba no existe una industria farmacéutica privada, señalan Vandepitte y Danhieux, quienes destacan cómo todas las vacunas contra la COVID-19 han sido fabricadas por laboratorios biomédicos de propiedad estatal y el 80 % de las vacunas utilizadas en los programas de vacunación del país son de fabricación nacional. «Aquí no encontrará precios escandalosos ni beneficios usureros», destacan.
«Desde la infancia toda la población está vacunada contra una serie de enfermedades, al igual que aquí en Europa. Este es uno de los principales factores del rapidísimo aumento de la esperanza de vida en Cuba en las últimas décadas. En Cuba la esperanza de vida es mayor que en Estados Unidos y la mortalidad infantil menor. En los últimos meses se ha demostrado que las vacunas también son muy eficaces. Por eso no es de extrañar que cualquier persona cubana no solo confíe en sus empresas farmacéuticas nacionales, sino que se sienta orgullosa de ellas», dice el artículo de los periodistas belgas.
Un elemento tenido en cuenta para analizar el rechazo en Europa a las vacunas es la desconfianza en la ciencia, utilizada a menudo para hacer publicidad de todo tipo, contrario a lo que acontece en Cuba, donde la ciencia llega a la gente a través de la educación -de alta calidad- y de medios de comunicación no comerciales.
La población cubana sabe que sus científicos trabajan por el bien común de su país, refieren los reporteros, quienes destacan también el valor de la solidaridad en Cuba: «Las y los cubanos no están en una situación de competencia o de “sálvese quien pueda”. La población cubana sabe por experiencia que solo juntos pueden afrontar los grandes retos del país. Superar los problemas juntos es a lo que están acostumbrados, desgraciadamente hoy más que nunca. Ayudar a los vecinos, limpiar el barrio juntos, celebrar reuniones y tomar decisiones juntos en el lugar de trabajo, etc., es su forma de vida».
Loable ha sido igualmente, la ayuda brindada por el sistema de Salud cubano, que durante décadas ha enviado médicos, enfermeras y profesores al resto del mundo, a pesar de ser un pequeño país de poco más de 11 millones de habitantes, con diez veces menos recursos que Bélgica, expresa el artículo.