La pandemia del coronavirus SARS-COV-2 impuso en 2021 un complejo escenario epidemiológico que laceró los tradicionales indicadores de excelencia de la salud materno-infantil en Cuba, con su mayor expresión en una tasa de mortalidad infantil de 7,6 por cada mil nacidos vivos.
Seis mil 947 embarazadas y puérperas fueron diagnosticadas ese año con la COVID-19, y 93 de ellas murieron a causa de complicaciones asociadas, lo que representó un 98,7 % de supervivencia.
A partir de febrero y marzo, con la circulación en el territorio de la variante Beta, con mayor carga viral, más del 70 % de las gestantes pasó a manifestar síntomas –antes, en su mayoría, asintomáticas–, además de presentar neumonía severa e insuficiencia respiratoria, explicó el doctor en Ciencias Danilo Nápoles Méndez, jefe del Grupo Nacional de Ginecología y Obstetricia del Ministerio de Salud Pública.
Con la llegada de la cepa Delta, la evolución se tornó aún más desfavorable, con un incremento notable de embarazadas positivas que transitaban al estado crítico, por lo que fue necesario ventilarlas e interrumpirles el embarazo y, en algunos casos, a pesar de los esfuerzos, no fue posible salvarles la vida.
Los meses de julio, agosto y septiembre mostraron los mayores picos de infecciones en gestantes y también de fallecimientos: 22 en julio, 39 en agosto, 18 en septiembre y ocho en octubre, cuando se detuvo la mortalidad, debido, en gran medida, a la incidencia de la vacunación.
En cuanto a la población en edad pediátrica, hubo un incremento de niños que enfermaron, pasando de 1 308 pacientes positivos en 2020 a 176 708 en 2021, de ellos 11 692 menores de un año, y 18 fallecieron como consecuencia de la COVID-19, asociadas a otras enfermedades que agravaron su pronóstico, lo que representó una supervivencia del 99,9 % en este grupo poblacional. (Redacción Nacional)