Si me fuera dado guardar en mi memoria el álbum de la banda sonora del año que termina, no vacilaría en fijar en el primer corte la canción La fuerza de un país, del dúo Buena Fe. Por lo que significó para nuestros compatriotas en medio de la batalla contra el maldito coronavirus que ha cambiado el curso de la vida musical dentro y fuera de la Isla.
En 2020, sin proponérselo, Israel Rojas y Yoel Martínez marcaron la pauta en los primeros momentos del enfrentamiento a la pandemia con Valientes, devenido himno del esfuerzo y la solidaridad de los médicos y científicos cubanos. El tema había sido extraído del disco Carnal. Con La fuerza de un país ambos cumplieron un encargo social y humano de altísima resonancia.
Quizá por la creciente toma de conciencia entre nuestros músicos acerca de la importancia de revisitar sus raíces para empinarse hacia adelante, deben anotarse aquellos hitos que reverenciaron tradiciones imprescindibles.
En la música popular de baile, dio en la diana Al son del Caballero. La Alianza Musical, con la que el sello Bis Music compartió el Gran Premio Cubadisco 20-21. Allí confluyeron algunas de las más importantes orquestas de la música popular cubana actual, para reverenciar la obra del maestro Adalberto Álvarez, unas con más recorrido que otras, pero vigentes y en continua renovación más allá de toda duda, como Los Van Van, la Aragón, el Charangón de Elito Revé, ng la Banda, Manolito Simonet y su Trabuco, Alexander Abreu y Habana de Primera; Pupy y Los que Son Son; Maykel Blanco y su Salsa Mayor, Bamboleo, la Charanga Latina y El Niño y la Verdad, a las que se añadieron la agrupación folclórica Rumbatá y dos colaboraciones, una del patio, a cargo de Alain Pérez, y otra de alguien tan cercano como el boricua Gilberto Santa Rosa.
Ello coincidió con la celebración, el 8 de mayo, del Día del Son, jornada en la que también vio la luz por el mismo sello Juramento, antología del legado de Miguel Matamoros, con el septeto santiaguero Ecos del Tivolí en el epicentro.
En la zona bailable se instaló Pupy Pedroso con Re-percusiones, cuyos temas seguramente calentarán el 2022, mientras vale la pena subrayar otra mirada a la tradición, la de Alain Pérez e Issac Delgado a la obra de la incombustible orquesta Aragón. Estamos ante una perla de colección, con Grammy Latino, sí, pero que no brilla por este lauro sino por sus valores intrínsecos. Otro tanto se adjudicó Los Van Van en su salida al ruedo pospandémica, con la puesta en circulación audiovisual de la nueva versión de Se muere de sed la tía, del autor santiaguero Rodulfo Vaillant. En la misma línea, Alexander Abreu encumbró Será que se acabó. A medio camino entre el baile y la audición divertida, inclúyase a Cimafunk, por su impacto popular al margen de lo populachero.
Siguiendo con la trama de las miradas reencontradas, cuánta alegría dio a los aficionados a la trova el rescate y renovación del encuentro entre Silvio y Diákara.
La recta final del año estuvo sazonada por otra interesante recuperación, los primeros cortes de Los herederos de Irakere, producción de la Egrem que reactualiza la saga de la banda creada por Chucho Valdés, en un contexto donde el entorno jazzístico sigue cosechando frutos, tales los casos de Gastón Joya con Hijo de la Villa –ya se había alzado con el otro Gran Premio Cubadisco por Fusión de almas–, del saxofonista Carlos Miyares con Toma uno, y la formidable articulación de César Alejandro López, Habana Ensemble y un grupo de emergentes talentos cubanos, por el Día Internacional del Jazz, en una declaración musical de principios, Vivo en Cuba.
En esta muy incompleta aunque personal travesía no pueden faltar el estreno de Habana concierto, de José María Vitier, en el teatro Martí, ni la trascendencia de la declaratoria del bolero como Patrimonio Cultural de la Nación.
Como tampoco dejar de mencionar las sensibles pérdidas de lo que fue un annus horribilis. Marchó Adalberto –su orquesta sigue, marcharon buenos intérpretes (cómo no recordar a Sixto Llorente, el Indio y a Ela Calvo), marcharon los venerables Teté Linares y Alfredo Diez Nieto y no pararon las despedidas de última hora, el entrañable Vicente Feliú y el trompetista José Manuel Crego (El Greco). En la banda sonora de los tiempos que vendrán, ellos estarán.