LA HABANA, Cuba. — En Cuba constituyen un secreto de estado las prebendas y privilegios de los que goza la alta dirigencia del gobierno. Por ello, pocos cubanos saben de la existencia del Plan 160, controlado por el Ministerio del Interior (MININT) y que se encarga de producir alimentos para los miembros del Buró Político y el Comité Central del Partido Comunista, el Consejo de Estado y la más alta oficialidad de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Al Plan 160 pertenecen varias grandes fincas diseminadas por el país que se dedican al cultivo de frutas, viandas y hortalizas, así como a la cría de animales comestibles: aves (algunas exóticas), cerdos, ovinos, ganado vacuno.
También se cultivan en esas fincas la moringa y la morera, que sirve de alimento para el gusano que produce la seda y se exporta a China.
Una de las principales fincas del Plan 160 se ubica cerca de Punta Brava, al oeste de La Habana. Tiene una extensión aproximada de un kilómetro cuadrado y colinda con la carretera del Guatao y la finca Kuquine, que fue propiedad de Fulgencio Batista y que también es administrada por las FAR.
En esa zona, un ranchón restaurante campestre con piscina, cuyo uso es exclusivo para altos dirigentes gubernamentales, también es administrado por el Plan 160.
A los jefes del Plan 160 y a veces —muy pocas veces— a los trabajadores más destacados del Plan les otorgan efectos electrodomésticos como televisores, cocinas, refrigeradores, aires acondicionados y relojes de marca costosos, casi siempre Rolex.
Hace más de 15 años a los cerca de 1 000 trabajadores del Plan 160 Fidel Castro les asignó un salario de 1 000 pesos, que entonces era casi cuatro veces el sueldo promedio en Cuba.
En los comedores para los trabajadores del Plan la comida era buena y abundante. Les asignaban mensualmente, a precios módicos, 10 huevos, un pollo y carne de cerdo. En fechas festivas, de cinco a 10 libras de cerdo, una botella de ron Arrechabala de exportación, media caja de cerveza, dos o tres botellas de ron o vino y un pollo.
Con los años esos beneficios se fueron reduciendo hasta que desaparecieron casi por completo. Como consecuencia, los empleados se disgustaron y casi las tres cuartas partes abandonaron el trabajo.
Cuando algunos manifestaron su inconformidad y pidieron explicaciones, los jefes les dijeron que todo lo que se producía allí era para los miembros del Buró Político y el Comité Central del PCC y del gobierno, y que si algo sobraba, se repartiría entre los empleados.
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