CARACAS, Venezuela.—Desbordado de humanos esplendores el auditorio, por momentos da la impresión de resumir, en un centenar de cubanos, cubanas, jóvenes, lo más esperanzador de Latinoamérica y del planeta, al menos de esos parajes donde la vida hiere a veces, de tanta humildad.
De la pureza interior de quienes los portan parecen venir el blanco de los pulóveres y los colores del mensaje estampado en el pecho, donde linealmente se lee: Barrio adentro Salud; «Barrio» que se hace planeta con las vivencias narradas en el Segundo Encuentro Nacional Juvenil de las Misiones Sociales en Venezuela.
Aquí, frente a ellos, un quijote sin manchas, que también, y sobre todo, lo es en menesteres de la salud. A nadie como a él esos afanes le han robado más tiempo y desvelo; ningún otro ha librado una batalla tan concienzuda en ese terreno.
Pero esta vez, mientras el doctor Jorge Félix Oquendo habla del parto hecho a bordo de un bote sobre las corrientes del Orinoco, de la madre aborigen y su bebé salvados, de los mil y un avatares de sus iguales de profesión y generación, a los que dirige en el Delta Amacuro, el hidalgo escucha, ¿extasiado?
Distinta no es su expresión en el turno de Alina Matos Camejo. Eriza, la joven santiaguera, al relatar su experiencia al frente del Centro de Alta Tecnología, Guaicaipuro, garante en salud, de quienes habitan ese selvático paraje del Amazonas.
«Vine a Venezuela siendo revolucionario; regreso a Cuba siéndolo más», confiesa Yudiel León; su inspirador no rompe el silencio. Algo indefinible, raro, le nimba los ojos y el rostro. ¿Éxtasis, admiración, reflexión? Mezcla de todo, quizás. Es como si de pronto advirtiera que alguna vez soñó lo que tiene enfrente.
Tal vez medita que de algún modo la historia de estos jóvenes es la misma de los 22 000 compatriotas vigías-surtidores de salud en predios bolivarianos, y de los tantos que han pasado por aquí, o los 370 000 que han tatuado al mundo, con su marca de humanidad.
A orillas del Orinoco, en los cerros de Caracas, el Amazonas o los Andes de Venezuela, se escriben historias que tienen originales y réplicas, contemporáneas y antecesoras cerca del Nilo, en el Himalaya Pakistaní y al pie del Kilimanjaro tanzano, en las favelas de Brasil y el Sahara Argelino.
Acaso el soñador piensa en eso. Tal vez penetra al futuro, descubre leyendas multiplicadas, y en ellas el nombre de Cuba. No. Esa mirada orgullosa no es rara.