Dic, 2021.- La protagonista de esta historia manifiesta total orgullo al saber que formó parte de centros escolares distinguidos con el nombre de héroes y mártires de la patria como José Martí y Antonio Maceo Grajales, por sólo citar dos ejemplos.
Inició en ‘1961’ como alfabetizadora popular en el central Elia, donde nació y creció. Rodeada del cariño de sus familiares, del ambiente humilde y sencillo, aprendió a amar la vida sin ambiciones, pero sí con muchas aspiraciones.
Por estos días de diciembre rememora cuando alfabetizó a Ovidia Castro y Nieves Góngora, dos mujeres de su pueblito natal, a partir de aquel momento se dijo: “No hay equívocos, seré maestra”.
Privilegiada es esta educadora que dejó su impronta en zonas intrincadas y también en la localidad. Carreteras y trillos conocieron sus pasos, caminos difíciles se sellaron con su deseo de enseñar a leer y escribir. Laboró en escuelas para ella inolvidables, sintió desde lo más profundo la satisfacción de recibir besos y abrazos de sus alumnos los que nunca dejaron de alagarla con la frase: “Eres nuestra mae más bonita”.
En su agenda de recuerdos aparecen muchos nombres, el de hombres y mujeres que, como ella, entregaron cuerpo y alma a la profesión de alfabetizar: las ya fallecidas Noemí Pino, Caridad González y Maira Rodríguez y los educadores ya jubilados Magali Hechavarría, Lidia Caballero, Gloria Quintana, Paula Pino, Elio Cardoso y Mariano Fernández.
Los años han transcurrido, las canas se adueñan de su cabello, su rostro un tanto arrugado por el tiempo delata la experiencia acumulada, su corazón se acelera al evocar el pasado, época significativa por todo lo que encierra y vale.
Próximos a celebrar el Aniversario 60 de la Campaña de Alfabetización, la mujer inteligente y reflexiva, curiosa y observadora, práctica e intuitiva, como lo ratifica el significado de su nombre: Josefa, se declara satisfecha del deber cumplido, sí, ella es Josefa Navarro Quiñones, la inspiradora de esta historia, la por siempre maestra, para mí, la favorita: mi mamá.
Ella es una cubana común, una guaimareña que supo cultivar afecto, amor y lo más importante, educar a muchas generaciones. En el magisterio ganó el mayor de los premios y distinciones, la ternura de los alumnos que unas veces traviesos y curiosos, la incentivaron a continuar por el sendero de los que enseñan y no claudican, los que forman y batallan.