LA HABANA, Cuba. — Este domingo, el popular programa Arte 7 transmitió en el horario estelar del mediodía la película cubana Inocencia. La cinta, dirigida por Alejandro Gil, está consagrada al fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina, crimen espantoso que las autoridades coloniales perpetraron el 27 de noviembre de 1871. El único delito de los reos: ser cubanos.
No me siento con capacidad para hacer una evaluación crítica del filme. Tampoco pretendo analizar ese episodio luctuoso de la historia patria. Son las coincidencias de aquellos acontecimientos de un siglo y medio de antigüedad con sucesos más recientes las que me han animado a escribir al respecto.
Lo primero que salta a la vista al ver “Inocencia” es el papel que desempeñan las mentiras en la exposición de un hecho cualquiera. En el caso de la película, la sola presencia de cuatro alumnos junto a la tumba de un integrista recalcitrante ¡deriva hasta la falsa afirmación de haber extraído y profanado sus restos!
Pregunto: ¿Hay tanta diferencia con lo expresado por los cotorrones y plumíferos del comunismo sobre quienes protestaron el glorioso 11 de julio! Los videos exhibidos en las redes demuestran que el reclamo más generalizado entre esos valientes compatriotas, junto con el rechazo al comunismo, fue el de “¡Libertad!”.
Sin embargo, la propaganda roja habla de “actos violentos”. De inicio, hasta se acusó a esos manifestantes de supuestos “saqueos de tiendas”. Como los medios de agitación del castrismo no han insistido en este punto, ello parece indicar que las imágenes que mostraron de inicio representaron una manipulación más.
Otra escena impactante del filme es cuando este, en clara condena al régimen colonial, presenta a varios de sus partidarios dando gritos de “¡Muerte!, ¡muerte!”. Una vez más me veo obligado a preguntarme: ¿Es tanta la diferencia con los energúmenos que en los años iniciales del actual “Proceso” daban gritos de “¡Paredón!”!
Uno de los personajes de la película comenta que, en esta Gran Antilla, no hay nadie que concite más rechazo que un delator. ¡Excelente bocadillo para un país en el que ahora mismo un chivato de mala muerte se convierte en objeto de homenajes ridículos, y es exaltado y loado en los medios masivos como si tratase de una especie de héroe!
¿Y qué decir de la bárbara pena de muerte impuesta a los ocho jóvenes pese a que la mitad de ellos ni siquiera se encontraban en el lugar de los sucesos! ¡Y por una hipotética profanación que no existió y menos aún se probó! ¡Y por unos hechos que, de haberse comprobado, no admitirían castigo más severo que algunos meses de arresto!
¿Podemos encontrar alguna similitud con los acontecimientos actuales de Cuba? ¡Por supuesto que sí! ¿Qué, si no eso, son las sanciones salvajes de varios decenios de prisión por actos que constituyen únicamente la formulación de un reclamo político! ¡Por acciones que, en el peor de los casos, podrían constituir sólo un delito de desórdenes públicos, para el cual el actual Código Penal de Cuba contempla una pena máxima de un año de prisión!
El filme refleja otra verdad histórica: Cuando los levantiscos voluntarios muestran su rechazo a la sentencia dictada por el primer consejo de guerra, se celebra una segunda farsa judicial, en la que sí se accede a las demandas homicidas de esos integristas. Aquí, para encontrar alguna similitud con las lamentables realidades de la era castrista, deberemos remontarnos a los años iniciales del actual “Proceso”. ¡Con los tribunales cubanos que padecemos hoy en Cuba, no hace falta anular lo decidido por uno de ellos ni celebrar un segundo juicio!
Pero allá por 1959 los cubanos sí vivimos el bochornoso sainete del “juicio” a los pilotos de la Fuerza Aérea de los tiempos de Batista. Ellos fueron sometidos a proceso ante un “tribunal revolucionario” compuesto por oficiales de la guerrilla castrista, presididos por el comandante Félix Pena. Estos absolvieron a los acusados.
Cabe suponer que esta decisión se haya basado en la insuficiencia de las pruebas; o en la imposibilidad de determinar qué piloto hizo qué; o en un hecho cierto: en la Isla había una especie de guerra civil, y los poblados bombardeados o ametrallados se encontraban ocupados por las tropas de los adversarios del gobierno. O sea: que no existían los “actos genocidas” de los que le gustaba hablar al “Máximo Líder”.
Cualquiera que haya sido el caso, el hecho cierto es que la absolución del “tribunal revolucionario” no resultó del agrado de este personaje. Él, por sí y ante sí, anuló el primer juicio y dispuso la celebración de otro. Como era de esperar, este segundo se saldó con la condena de todos los acusados. Se anunció que el comandante Pena “se había suicidado”. Me pregunto: ¿Son tantas las diferencias con los voluntarios de 1871!
Para terminar con las comparaciones, debemos retornar al corriente mes. En la película, un profesor (español, aunque el actor incurre en el error de no hablar con algún acento típico de la península ibérica) saca la cara por sus alumnos. Incluso es encarcelado también por defenderlos de manera consecuente.
En Cuba, en noviembre de 2021, tenemos un caso diametralmente opuesto. En la ciudad de Cárdenas, el quinceañero Reniel Rodríguez fue detenido por el “delito” de vestir de blanco y salir a la calle el 15 de noviembre. En su arresto intervino de modo destacado uno de sus maestros. El pedagogo se presentó en el aula, le pidió al jovencito que lo acompañara y lo que hizo fue conducirlo hacia donde se encontraba un carro policial, a cuya dotación le entregó a su alumno. ¡Un nuevo aporte del comunismo a la ética del magisterio!
En resumidas cuentas, creo que debemos felicitar a los trabajadores del canal Cubavisión y en especial a los de su programa Arte 7 por haber proyectado ese filme que da tanto que pensar.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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