Hoy, 60 años después de que el odio ahorcara al maestro, le pondrán flores en el monumento de Limones Cantero. Hablarán de él en las escuelas. La vida andará tranquila. Y uno seguirá imaginándose cómo sonaba la voz de Manuel Ascunce y que sería hermoso que alguien, en algún lugar, en algún viejo aparato, la tuviera grabada.